La precariedad
La palabra precariedad rima con desigualdad y, a su vez, también lo hace con caridad, que es una de las vías para solucionar el problema de la pobreza, sobre todo cuando es extrema y nos convierte a los ciudadanos en marginales, es decir, en personas que están al margen, que no disfrutan de los bienes esenciales como tener un trabajo, una vivienda o los servicios básicos. Esto se acentúa cuando hay que tomar la decisión de comer o calentar la casa, que es más terrible que un dilema existencial. “A los niños les llama especialmente la atención la pobreza, porque en su cabeza todavía no se ha normalizado la desigualdad”, señala el periodista Sergio C. Fanjul en el libro La España invisible, un brillante estudio y análisis sobre la precariedad, pobreza y desigualdad en nuestro país.
A principios de 2020, el relator de la ONU Philip Alston mostró un informe desolador, al indicar que el 29,5 % de los niños españoles estaba en riesgo de pobreza y de exclusión social. La noticia tuvo un fuerte impacto, pero semanas después llegó la pandemia del coronavirus, que agravaría aún más la situación de las familias debido al confinamiento. Incluso la precariedad se ceba con la clase media, y se da el fenómeno de los trabajadores pobres, que tienen que acudir a los comedores sociales o buscar el amparo del colchón familiar. Hay pequeños logros como el Ingreso Mínimo Vital, si bien es cierto que es de difícil aplicación y cuenta con el desprecio de los más insolidarios que llaman “paguita” a una pequeña ayuda que dignifica al más desfavorecido.
A veces se tiende a romantizar la pobreza, como si hubiera algo de bohemio en ella, como si tomáramos al pie de la letra los versos del poema El mendigo, de José de Espronceda: “Mío es el mundo, como el aire libre”. En otras ocasiones, se criminaliza el sinhogarismo, puesto que los más neoliberales, herederos de las políticas de Ronald Reagan y Margaret Thatcher, niegan que la pobreza o la desigualdad sean problemas sociales, y reiteran que son consecuencias de la mala praxis de individuos aislados. Con todo, cualquiera puede caer en la pobreza por diversos motivos, como un desahucio, una separación familiar, adicciones, problemas mentales o por falta de trabajo o que ese trabajo sea muy precario.