El sabotaje de la Vuelta
Asediado por los casos de corrupción y con expectativas cada vez más a la baja en las encuestas, Pedro Sánchez ha encontrado en el conflicto de Gaza una bandera con la que volver a movilizar a una parte de su militancia. La sobreactuación del presidente del Gobierno —secundado por la vicepresidenta Yolanda Díaz, calificando de genocidio la masacre que viene perpetrando el Ejército israelí— contribuyó a crear un escenario de tensión que aconsejó a los organizadores de la Vuelta Ciclista a España a cancelar el último tramo de la etapa final a la vista de los incidentes provocados por piquetes violentos en el centro de Madrid.
A pesar de que los altercados se saldaron con 22 policías heridos y dos detenciones, el delegado del Gobierno —y por lo tanto responsable del orden público— declaró que la jornada había transcurrido con normalidad. Un caso de ceguera sorprendente que encontraba una explicación en una intervención previa de Pedro Sánchez que, en el transcurso de un mitin celebrado en Málaga, había alentado las protestas. Estos hechos fueron noticia de apertura de gran parte de los informativos de medio mundo. Una noticia en la que la abundante presencia de banderas palestinas y algunas pancartas con eslóganes como los que acostumbra la organización terrorista Hamas proyectaban una imagen muy negativa de Madrid.
La instrumentalización por parte de La Moncloa del drama de Gaza es tan evidente que delata cierto grado de impostura. Siendo justa la denuncia de la matanza que están llevando a cabo las Fuerzas Armadas de Israel, su utilización política se adentra en el terreno de la demagogia. No hay que olvidar que la invasión de Gaza es la respuesta —a todas luces desproporcionada— por el asesinato de más de mil ciudadanos israelíes y la toma de dos centenares de rehenes en octubre de 2023.
Una veintena de rehenes siguen secuestrados. El Gobierno de Netanyahu ha sobrepasado todos los límites y algún día deberá responder ante un tribunal internacional, pero aprovechar la tragedia de Gaza para reorientar la agenda política española como está haciendo Sánchez es demagógico. Un gobernante cabal no puede alentar el desorden. La violencia para denunciar violencia está de más en una sociedad democrática.