El triunfalismo no llega a los hogares
El Gobierno actualizó esta semana sus previsiones económicas y lo hizo con un único cambio: el dato del PIB. Según explicó el ministro de Economía, Carlos Cuerpo, España crecerá este año un 2,7%, una cifra que fue presentada como un éxito de gestión y como muestra de la fortaleza de la economía. Sin embargo, el mensaje ha estado cargado de inexactitudes que invitan a mirar más allá de los titulares. Que el PIB avance un 2,7% no significa necesariamente una mejora real en la vida de los ciudadanos. Buena parte de ese crecimiento procede del incremento del gasto público, un motor que no se traduce directamente en bienestar de los hogares. Los indicadores sociales y económicos apuntan, de hecho, en dirección contraria.
La inversión extranjera ha caído, la cesta de la compra sigue encareciéndose, el precio de la vivienda se ha disparado y la renta disponible se reduce después de pagar una elevada carga impositiva y afrontar las subidas de cotizaciones sociales. Todo ello limita la capacidad de gasto de las familias, que ya sienten el peso de una economía que crece en las estadísticas, pero qué vacía sus bolsillos. A ello se suma la persistencia de problemas estructurales: el paro juvenil continúa siendo uno de los más altos de Europa, el desempleo general no logra bajar de los umbrales crónicos y más de 2,3 millones de personas dependen del Ingreso Mínimo Vital para llegar a fin de mes. El índice de pobreza se amplía y cada vez más españoles se sitúan en el umbral de la exclusión.
Los organismos supervisores también aportan señales de alerta. El Banco de España prevé que en 2026 el crecimiento del PIB será la mitad del registrado en 2023, lastrado por el aumento de los costes laborales. Y tanto el propio Banco de España como la AIReF recuerdan que España incumple los compromisos de gasto público adquiridos con Bruselas, mientras la recaudación fiscal crece con fuerza: solo el IRPF ha aumentado un 12% en el último año. El Gobierno insiste en vender la economía como "la mejor del planeta", un discurso que se apoya en porcentajes y comparaciones, pero que no refleja el día a día de millones de ciudadanos. La realidad, tozuda, es que aunque ha habido subidas salariales, estas se han visto absorbidas por la inflación, la falta de deflactación del IRPF y el incremento de impuestos.
En definitiva, España es hoy un país donde las estadísticas macroeconómicas ofrecen una imagen de dinamismo, pero donde millones de personas viven peor que hace unos años. El espejismo del 2,7% no logra ocultar que somos, en términos generales, más pobres, y que la brecha de quienes viven en el umbral de la pobreza sigue aumentando.