Sánchez se planta
Que no cunda el pánico. El aún presidente del Gobierno no se planta ante la UCO por haber registrado la sede central del PSOE (escribo a la espera de acontecimientos), sino ante los jerarcas de la OTAN porque le obligan a gastar en cañones lo que no se podrá gastar en mantequilla.
El órdago a la OTAN y la Unión Europea, por cuenta de su negativa a asumir una ocurrencia de Trump, le puede convertir en el pepito grillo de la semana que viene a escala internacional. Nada que pueda compensar en positivo lo que traen en negativo los hachazos que está sufriendo la marca España en el mundo y la imagen personal de Sánchez a causa de la corrupción de cercanías que le acorrala.
Eso es cierto. Y admito que el plante es un regate en corto para camuflar sus problemas internos. Pero procesar las intenciones no me impide aislar el objeto del análisis, conectado a la metáfora popularizada en su día por Paul Samuelson, un brillante economista del siglo pasado, que conjugó cañones y mantequilla en el mismo dogma: la limitación de recursos en el orden de prioridades de un gobernante.
Me explico:
Ante la cumbre de la OTAN, convocada en La Haya para el martes 24 y el miércoles 25, Sánchez piensa decir de viva voz lo que ya le ha dicho por carta el secretario general de la Alianza Atlántica, Mark Rutte. A saber, que España no secundará el compromiso de alcanzar un gasto en seguridad y defensa del 5% de su riqueza en la década 2025-2035.
Lo diga Sánchez o el porquero de Agamenón, el caletre de Trump no es una garantía de lucidez, certidumbre e inteligencia geoestratégica. Véase que el concepto "caletre" lleva aparejado el peligroso sesgo de una decisión mal analizada, que puede ser producto de un arrebato, un capricho personal o del césar. Supongo que no hace falta dedicar un turno a los bandazos del nuevo sheriff de la Casa Blanca o directamente a las decisiones no encajables en un marco político y moral ceñido a la supremacía de las urnas, la ley y los derechos humanos.
Ya me disculparán ustedes si recurro a una analogía que sería insoportable para Sánchez, pero la contundente negativa de Sánchez al drástico aumento del gasto militar que le piden no sería muy distinta a la del general Franco, cuando en 1940 se mantuvo firme ante Adolf Hitler cuando éste vino a Hendaya a pedirle el alineamiento militar de España con los nazis en la Segunda Guerra Mundial. Si entonces el sentido común apuntaba a la indigencia de un país devastado por la guerra civil, como motivo del plante, también el sentido común inspira la voluntad del actual Gobierno de la nación de no sacrificar los gastos en mantequilla para que puedan aumentar los gastos en seguridad y defensa al rango decidido arbitrariamente por un personaje tan poco fiable como el actual presidente de los EE.UU.