Una historia bananera

Una de las alumnas del colegio de Graz (Austria), donde un joven de 21 asesinó a diez personas antes de suicidarse, se consoló diciendo: "Esta es una historia americana, no austriaca". Una sencilla forma de marcar diferencias culturales entre el pacifismo europeo y la violencia normalizada de una sociedad de fácil acceso al uso de las armas.

En España bien podríamos apropiarnos de la frase frente al delirante retrato que de nuestro país hace el nuevo sheriff de la Casa Blanca, Donald Trump, cuando recomienda a sus ciudadanos que no viajen a España por riesgo de sufrir las consecuencias de disturbios civiles y atentados terroristas. Es el recado que nos remite el presidente de un país donde son recurrentes las matanzas en colegios y otros sitios públicos por el desequilibrado de turno con el rifle que guardaba en el armario.

La inspiradora frase de la joven austriaca. que marca distancias entre la vida apacible en las calles de las ciudades austriacas, nos deja botando la pelota para entrar en los escándalos que afectan al Gobierno y al PSOE como una "historia bananera". Dicho sea cinco minutos después de saber que un informe de la Guardia Civil sobre la inmoralidad del trio Abalos-Cerdán-Koldo a la sombra del sanchismo, apunta a presuntos delitos de organización criminal y cohecho.

El que no se conforma es porque no quiere. Si el molde de la corrupción de cercanías que agobia a Pedro Sánchez fuese el de una "historia americana" en la era Trump, aquel ya habría usado la fuerza militar para disolver la manifestación del PP para ordenar luego la inhabilitación del juez instructor del caso Koldo y el encarcelamiento del jefe de la UCO. Y, sin embargo, se ha limitado a comparecer ojeroso ante los periodistas para sacar del cesto la manzana podrida, que responde al nombre de Santos Cerdán, que era pieza clave en el funcionamiento de la desvergüenza sanchista.

Así de sofisticados somos en España. Nos ponemos estupendos en la lucha contra la corrupción un minuto después de haber hablado de "lawfare" y jueces alineados en una campaña de acoso contra el Gobierno "progresista" inspirada por "la derecha". Nada que ver con la ex presidenta de Argentina Kristina Kirchner, que los califica de "monigotes" (a los jueces). Aquí solo los apedreamos verbalmente por acusar sin pruebas, porque un juez del Tribunal Supremo ha puesto al fiscal general del Estado en el lugar de los presuntos delincuentes y no en el de quienes los persiguen.

Lo malo es que también el guante blanco desgasta el Estado de Derecho, aunque no sea tan descarado y directo como los barriobajeros hachazos que Trump le propina en EE.UU. Aquí no cala todavía la "historia americana", pero sí la "historia bananera", donde no rige el principio de separación de poderes. Todo se andará si, por ejemplo, el Gobierno de Sánchez vuelve a las andadas de decirle a un juez lo que es delito y lo que no es delito.