Treinta años despidiendo el año bañándose y celebrando que el Bullaque es un río vivo

Vecinos del Valle del Bullaque han celebrado el fin de año con su tradicional baño en el río a su paso por El Robledo, una cita que cumple 30 años. Más de un millar de personas participaron en este acto festivo y reivindicativo en defensa de uno de los ríos vivos de la provincia de Ciudad Real.
Los vecinos de la comarca del Valle del Bullaque han despedido este miércoles el año con su tradicional baño de Fin de Año en las aguas del río Bullaque a su paso por el municipio de El Robledo (Ciudad Real) - EFE/Jesús Monroy
Los vecinos de la comarca del Valle del Bullaque han despedido este miércoles el año con su tradicional baño de Fin de Año en las aguas del río Bullaque a su paso por el municipio de El Robledo (Ciudad Real) - EFE/Jesús Monroy

Los vecinos de la comarca del Valle del Bullaque, en Ciudad Real, han despedido el año con su tradicional baño de fin de año en las aguas del río Bullaque a su paso por El Robledo, una cita que este 31 de diciembre ha tenido un significado especial al cumplirse 30 años de esta iniciativa con la que celebran que es un río vivo.

Más de ciento cincuenta personas han participado en este gélido baño en el Bullaque, considerado uno de los últimos ríos vivos de la provincia de Ciudad Real, que nace aguas arriba del Parque Nacional de Cabañeros, atraviesa parte de este espacio protegido y discurre a lo largo de cerca de un centenar de kilómetros por municipios estrechamente vinculados a su cauce.

No es solo una tradición festiva ya que el baño ha mantenido durante estas tres décadas un marcado carácter reivindicativo.

 Fue en 1995 cuando los vecinos de la localidad se zambulleron por primera vez en el río para celebrar el final de una etapa de intensa sequía, que dejó el cauce seco, y para reclamar la conservación de este espacio natural, hoy convertido en símbolo de identidad y defensa ambiental para toda la comarca.

Aquel primer baño sirvió para celebrar la recuperación del cauce y para reclamar públicamente la necesidad de garantizar su caudal ecológico.

Desde entonces, cada 31 de diciembre las aguas del Bullaque acogen este baño reivindicativo, con el que los vecinos recuerdan la importancia de preservar el río y evitar que se repitan situaciones como las vividas en el pasado, cuando una prolongada sequía dejó el cauce completamente seco, o cuando distintos proyectos —como el trasvase de agua al Parque Nacional de Las Tablas de Daimiel o el actual proyecto de construcción de varias macrogranjas porcinas— amenazan su conservación.

Más de un millar de personas han acudido al Bullaque este 31 de diciembre

Este año, el baño ha reunido a más de un millar de personas que se han congregado en el entorno del río para presenciar cómo los bañistas desafiaban los apenas cinco grados de temperatura ambiental, en un día de atmósfera puramente invernal, cubierto por una densa niebla que no ha dejado aparecer el sol.

Uno de los participantes históricos es Benito Garrido, que lleva bañándose desde el primer año y que en 1995 era alcalde de El Robledo. Ha dicho a EFE que lo que comenzó como “una locura” se ha convertido en una tradición plenamente consolidada.

"Cada baño es diferente, porque el río y las personas cambian, pero todos los participantes comparten el mismo empeño: que el Bullaque siga corriendo", ha señalado.

En su opinión, los ríos son garantía de vida, de biodiversidad y también de desarrollo para los pueblos, desde el turismo rural hasta los usos agrícolas y recreativos.

Garrido ha subrayado además que el baño ha tenido siempre un carácter reivindicativo, aunque algunos años haya predominado el componente festivo, y ha destacado que este año la cita ha sido declarada fiesta de interés turístico provincial por la Diputación, lo que demuestra que ha calado entre la población y ha logrado unir a muchas personas en torno a la defensa del río.

También ha estado Martina Alonso, de 81 años y que lleva 29 bañándose en el Bullaque.

Alonso resta importancia al paso del tiempo y ha asegurado a EFE que vive cada edición “con la misma naturalidad”, valorando especialmente la vida, el entorno y la continuidad de la tradición.

A su juicio, la mayor afluencia de público en este treinta aniversario refleja la buena salud de la convocatoria y del propio río.

Entre los bañistas también estaba Gema Valiente, vecina de Daimiel, que ha acudido por primera vez al baño acompañada de su hijo Miguel Ricardo, que acababa de cumplir 13 años.

Según ha explicado a EFE, la decisión de participar responde al deseo de “celebrar la vida” y de crear nuevos recuerdos juntos, en una experiencia que ha querido también compartir con miembros del club de natación de su localidad.

Valiente ha reconocido que el frío del agua no les preocupaba en exceso, ya que se trata de “unos minutos intensos”, compensados después con bebidas calientes y el ambiente festivo.

A lo largo de estas tres décadas, solo en tres ocasiones no han podido zambullirse en sus aguas: en 2017, cuando una nueva sequía obligó a realizar el baño de manera simbólica utilizando cubos en la escasa charca que quedaba en la zona, y en los años 2020 y 2021 cuando la celebración se suspendió debido a la pandemia de la covid-19. 

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