Sin título no hay paraíso

Como se podrán imaginar, el titular de esta columna se refiere a la certificación académica expedida por las universidades. Y el paraíso no es otro que el cargo público al que todos aspiran y por el que están dispuestos a falsear lo que haga falta.

Esta insistencia en aumentar y adornar un currículum deficiente no es de ahora. En el PP todavía se recuerda la vergüenza de los másteres de Pablo Casado y Cristina Cifuentes, que fueron simplemente un "regalo" de una universidad madrileña. A partir de ese momento se produjo una frenética revisión de los datos académicos aportados en las biografías y desaparecieron incluso licenciaturas que nunca se llegaron a cursar.

Pero nadie aprendió nada porque, legislatura tras legislatura, llegar a ser diputado es tan jugoso que la imaginación suple a la realidad para justificar su derecho a obtener un escaño. Se creen que con un currículum "inventado" se puede representar a los españoles y y legislar por el bien común. En el fondo la honradez... ¿para qué sirve? 

El escándalo de la diputada y joven promesa del PP Noelia Núñez, que ahora se va a abrir camino como analista política en tertulias varias, vuelve a abrir la caja de Pandora de los fraudes y todos han salido corriendo a borrar exageraciones de méritos. Y, como el PP no se iba a quedar solo en la carrera, el último pillado ha sido del PSOE. En concreto el Comisionado del Gobierno para la dana, José María Ángel Batalla, que falseó una titulación que no tenía para acceder a una plaza de funcionario. Si a eso le sumamos que la delegada del Gobierno, Pilar Bernabé, figuraba con una doble licenciatura de dos carreras que no acabó, los de Feijoo han puesto el grito en el cielo.

Quizá la extensión del engaño sea lo más preocupante, dado que alcanza a Patxi López, Cristina Narbona, el propio Sánchez y su máster, Yolanda Diaz, Oscar Puente, el presidente andaluz, Moreno Bonilla, el "conseguidor" Pepe Blanco, que se presentaba como abogado y solo cursó un año de Derecho, y los que irán saliendo...

Al deterioro de la imagen de la clase política entre la ciudadanía ya solo le faltaba ver que, además de convertir el Congreso en un ring de boxeo, llegaron a sus escaños sin tener los méritos más imprescindibles. Así se entiende el lenguaje barriobajero, los insultos y la ausencia de capacidad de consenso, transacción, y debate por el bien común. Y no se engañen, todos los ahora señalados volverán a las listas en las próximas elecciones sean estas cuando sean.