Opinión

Postureo y clima, no, por favor

La Cumbre del Clima de Madrid puede convertirse en un papel mojado más. Los Jefes de Estado y Gobierno que esta semana se reúnen aquí (faltan muchos y posiblemente los más importantes) deben alejarse de las declaraciones vacuas y del postureo sobre la importancia de su aportación para paliar la mayor catástrofe ecológica de la humanidad.

La era de los combustibles fósiles está llamada a desaparecer y hay que fijar fecha. España necesita un pacto de Estado, otro más, para legislar sobre el cambio climático. Y tiene que liderar, en esta cumbre, a los países dispuestos a cumplir los compromisos internacionales de reducción de gases con efecto invernadero. Es lógico sentirse orgullosos de haber logrado organizar en semanas una cita internacional de este calado. Y después de que el ultraderechista Bolsonaro que deja, impasible, quemarse el pulmón de la Amazonía, dijera no a la ONU, o que Chile, desbordado por las protestas, renunciara.

Pero lo grave, lo verdaderamente grave, es que somos el país europeo que más ha incrementado sus emisiones de efecto invernadero desde 1990. Mientras el conjunto de la UE se reducía un 23%, en España han aumentado un 17,9%. Y que Andalucía, Cataluña, Castilla y León, Galicia y Asturias son las comunidades que más contaminan. De nada sirve ser anfitriones si no se pone freno a nuestra contribución al problema. Como de nada servirá la rimbombante declaración de la Eurocámara sobre la emergencia climática, si el nuevo Ejecutivo comunitario no marca directrices tajantes.

La cumbre de Madrid debe servir, además de comprobar el grado de cumplimiento de los acuerdos de París, para marcar objetivos más radicales. La degradación no espera.

Es posible que el calentamiento global haga que en 2050 la mitad del planeta sea invivible por la subida del mar y el calor extremo. Que millones y millones de seres humanos tengan que emigrar para salvar la vida, que el desierto avance, que la oruga procesionaria acabe con los pinos que cubren de masa forestal la mitad de España. Pero, antes del apocalipsis, todo va a empeorar.

Doce ciudades de nuestro país superan, según la OMS, el límite de contaminación por partículas PM2.5, gravemente nocivas para la salud. Tienen la capacidad de alojarse profundamente en los pulmones y, a través del torrente sanguíneo, favorecer la trombosis y la ateroesclerosis, según los cardiólogos del hospital Vall de Hebrón de Barcelona. Son los mismos que alertan de que la contaminación causa alrededor de treinta mil muertes al año en España y más de 8,8 millones en todo el mundo.

¿De verdad podemos seguir haciendo como si no pasara nada? ¿Podemos seguir dilatando las soluciones?

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