Opinión

La marca España

En este largo y esperpéntico culebrón del `procés`, que día a día nos ocupa, uno de los episodios más destacables es el de la eficacia con que los independentistas han sabido internacionalizar un conflicto cuyo interés apenas debería haber traspasado nuestras fronteras. Pero lo ha hecho con un importante deterioro, se diga lo que se diga, de la imagen de España.

Los diferentes gobiernos nacionalistas pusieron todo su empeño en lograr la difusión de sus idearios, fundamentalmente, a través de unas embajadas que costearon con dinero público, pero cuya eficacia se demostró escasa, en la medida en que apenas despertaron el más mínimo interés político en los países en que se asentaron.

Portugal, Marruecos, Canadá, EE UU, el Vaticano, Reino Unido, Italia, Bélgica, Alemania, Francia, Austria, Suiza... fueron fundamentalmente los estados donde los Artur Mas y los Puigdemont trataron de consolidar y extender internacionalmente el proyecto nacionalista, pero que, a pesar del enorme esfuerzo, sobre todo económico, apenas lograron la atención, ni de sus ciudadanos ni de sus autoridades. Tan solo la captaron de algún medio afín y de algún partido político independentista, como en los casos de Escocia, la Liga Norte italiana, Córcega, y poco más.

Pero, lo que aquellas supuestas embajadas, y aquellos delegados-embajadores no lograron, parece que sí lo están consiguiendo los últimos capítulos de esta serie interminable con la que nos despertamos cada mañana.

Hoy, muchos diarios de gran solvencia en Europa, comienzan a interesarse abiertamente por el conflicto y, algunos, llegan a tener serias dudas sobre la actuación de las autoridades españolas. Como ejemplo, podríamos citar el artículo de la prensa alemana que comenta La Vanguardia: "Alemania tiene su primer preso político" (...) "¿Pueden los demás estados de la UE aceptar durante mucho más tiempo que Madrid intente despedazar un movimiento masivo democrático a través de la prisión y las multas? La detención de Puigdemont no ha sido inteligente. No es un terrorista, sino un político legitimado por unas elecciones libres", escribe Thomas Urban.

Este artículo, que se apropia del prontuario-mantra del entorno separatista catalán, demuestra desinformación y falta de rigor periodístico. Pero demuestra, por encima de todo, la escasísima, negligente e inútil labor del Ministerio español de Exteriores, que no ha sabido trasladar a los medios internacionales la realidad y el alcance del conflicto. Permitiendo, así, el deterioro de esa `marca España` que con tanto ahínco se ha dicho defender en asuntos de mucha menor trascendencia.

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