Hacerse las víctimas

Parece que ahora se lleva, socialmente, el hacerse la víctima para salvar el supuesto honor perdido. No hay más que ver a Mazón declarar compungido que se va con un "no puedo más". No por asumir su comportamiento deleznable, desapareciendo el día de la tragedia. Y sin dedicar más que un breve párrafo a las verdaderas víctimas: las que perdieron a sus familias arrastradas por las aguas. Su victimización llega al extremo que se ha barajado que se puede pedir una baja médica para superar la amargura y así no tener que comparecer en las comisiones de investigación.

También Maribel Vilaplana, su compañera en la tarde fatídica en el reservado del Ventorro, derramó lagrimas amargas ante la jueza de Catarroja, al relatar la enésima versión de lo sucedido aquella larga tarde. Tan desgarrada fue su declaración y tan bien representó su papel de víctima de habladurías e insultos que, hasta la propia jueza tuvo que consolarla.

No ha tenido tanta suerte el novio de Ayuso quien, ante la sala segunda del Tribunal Supremo, no ha dudado en acusar al Fiscal General del Estado de haberle matado. "Yo estaba muerto, el señor Garcia Ortiz me había destrozado por completo".

Y siguiendo con el tono lacrimógeno ha insistido: "a raíz de la filtración lo que puede pasar que, o me voy de España, o me suicido". A lo que el presidente de la Sala, menos compasivo que la jueza de Catarroja, le ha respondido en tono seco: "no le recomiendo ninguna de las dos cosas"....

Y, por último, qué decir del libro auto exculpatorio y doliente del Emérito. El título es "Reconciliación" pero debería llamarse Justificación. Resulta que la culpa de la abdicación y el exilio la tienen los colegas y amigos del mundillo de los negocios, de los que se rodeó y le llevaron por el mal camino. Porque él, ni tuvo tantas aventuras amorosas ni realmente le gustaba el dinero, y fue una víctima más de los regalos ajenos. Incluso, cuando su hijo le quitó la asignación, tuvo que recordarle que heredaba un sistema político que él había construido. Y lamenta, pobre, que es el único español que no cobra pensión, tras cuarenta años de servicio.

Pero sucede que las verdaderas víctimas de ahora mismo, las que han comparecido en la comisión del Congreso que investiga la gestión de la dana, las que rechazan la compasión y piden justicia, a ellas sólo se las atiende tras gritar durante meses en la calle. A los demás más les valdría callarse.