Opinión

Demasiados errores

La protesta colectiva de esta semana, por el nuevo error de marcar itinerarios en las ansiadas salidas de los niños, es un síntoma del malestar social que crece por días, ante la clara incompetencia del Ministerio de Sanidad.

La indignación, de momento sorda, sube por la larguísima cuarentena, el ansiado "pico" tantas veces anunciado y que no llega, las reiteradas promesas de millones de mascarillas que nunca aparecen y cuando lo hacen son defectuosas. Las famosas pruebas serológicas, que iban a dibujar el mapa de la pandemia y que permitirán la desescalada del confinamiento, no han comenzado, y hace más de tres semanas que se nos venden en las ruedas de prensa de Moncloa. Y lo más importante de todo: la falta de tests que detecten a los enfermos y que evitaría el contagio familiar, que es el más frecuente ahora mismo. La construcción ha vuelto al tajo sin saber quién era portador y quién no. Se requisan a las empresas (que los han conseguido en el mercado) los PCR con los que iban a proteger a sus trabajadores y se siguen comprando partidas con escasa fiabilidad.

Y no, no es verdad que en todas partes se hagan las cosas tan mal: los ciudadanos de Berlín, en cuanto creen tener síntomas, llaman a un teléfono y en horas aparece un equipo sanitario en su casa que le hace la prueba. De resultar positivo, tiene que indicar las últimas dieciséis personas con las que ha mantenido contacto. A todas ellas se les hará un PCR de forma inmediata. Eso es eficacia y buena gestión. Entre los siete países que mejor están abordando la crisis del coronavirus hay un punto en común: todos están gobernados por mujeres, ¡qué casualidad! Desde Ángela Merkel, a Jacinta Ardern en Nueva Zelanda o Katrín Jakobsdóttir en Islandia. Menos comparecencias con anuncios fallidos y más eficacia en las medidas que salvan vidas.

¿De verdad cree el vicepresidente Pablo Iglesias, a cuyo cargo están las residencias de ancianos, como responsable del área social del Gobierno, que tiene que dar una rueda de prensa dirigiéndose a los niños? ¿Cuántos cree que le han oído sus disculpas por permitirles ir al supermercado? ¿Cree que los papas de los niños son tontos y que no se percatan de que su pretensión era apuntarse el tanto de la rectificación?

Pero, Pedro Sánchez va a seguir apoyándole, sin pausa ni freno, porque la ruptura de la coalición haría recaer la responsabilidad de todos los errores en la parte socialista del Ejecutivo. Y ahí, esperando, están Casado, Egea, y Cayetana Álvarez de Toledo, que salvo la reiterada reclamación del duelo nacional (que por descontado se merecen las víctimas y que llegará cuando esto termine) no se les conoce plan ni pautas de una mejor gestión de la pandemia. La imagen de Pablo Casado, frente al espejo de un baño, apoyado en el borde del lavabo con gesto de "me duele España", es tan desafortunada como la "espontánea" confesión de Pablo Iglesias reconociendo el privilegio de sus hijos de tener un amplio jardín donde jugar.

Existe el verbo dimitir y debiera ser de obligado cumplimiento cuando no se sabe gestionar.

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