Opinión

Regalar el oído

Es un método conocido de los gobiernos el soltar “globos sonda” y, en función de cómo vuelva y la información que traiga se le da una oportunidad o no a la idea lanzada (o se lanza otro globo con la idea modificada). Algunos de estos globos se lanzan más por un compromiso con algún socio político que por otra cosa, esperando regalarles el oído con lo que traiga de vuelta.

Recientes globos que han surcado los cielos han sido: la posible Ley de la Corona, futuro de las pensiones, edad hasta la que hay que trabajar, peajes en autovías, etc. El cielo se llena de globos multicolores.

También se han lanzado globos con el tema de la vivienda, docenas a lo largo de los años, porque si algo hay sensible en la sociedad española es la vivienda.

No se descubre nada diciendo que en este país la vivienda no solo cumple con su función de dar techo a sus moradores, sino que es también un enorme dinamizador de la economía, ya que cuando la  “maquinaria” funciona a buen rendimiento la suma de la actividad  inmobiliaria y la construcción mueve hasta un 17% del PIB. Siempre los números más altos de ocupación de la población española (o de menos desempleo) coinciden con “lo inmobiliario” funcionando. Por lo tanto, en un año como el que estamos, esta suma de actividades tan relacionadas entre sí, hacen que sea el sector número 1 en el PIB español, por encima del turismo (que aún sufre efectos de la pandemia) y del ensamblaje de coches (que está viviendo días de preocupación por la falta de piezas en las fábricas, unido a que un despegue económico real en toda Europa es vital para que se recupere toda la carga de trabajo y pedidos).

También es obvio que la compra de vivienda (nueva o usada) desata una cadena de pago de impuestos, como ningún otro sector es capaz, por los volúmenes unitarios que se mueven. En un país que capitaliza menos que otros del entorno por impuestos indirectos y que tiene economía sumergida, esta inyección económica es vital en el cada vez más difícil “estado de las cosas” que tenemos.

Y otra obviedad más, es que  este es un país (sus habitantes) que mira a la vivienda como un valor refugio. Y el que podía antes y el que puede hoy compra una segunda vivienda, bien sea urbana o en el campo o en la playa.  En algunos casos para disfrute propio si el grupo familiar se lo puede permitir o, via alquiler, como forma de generar unos ingresos extra que en algunos casos son necesarios para llegar a fin de mes. Son muchos los casos de jubilados que de esta forma completan sus pensiones. Por cierto, triste es ver como cuando sufren una “okupación” o simplemente tienen un moroso, la poca atención y agilidad que se presta desde las administraciones públicas para poner las cosas en orden, para defender la propiedad privada de las personas, en pocas palabras.

Conviene recordar que en España tan solo un 5% de las viviendas que están en alquiler están  en manos de eso que llaman “grandes tenedores”. Al final, una ley como la anunciada o las iniciativas que la acompañan, suenan a “la revolución está viva” o incluso a “toma del palacio de invierno de los zares“.  Han pasado los días y ya se empieza a intentar descargar de miedos a los “pequeños tendedores” afirmando que llevará una larga tramitación parlamentaria o que habrá compensaciones. Eso sí, al contribuyente medio, al que se compró un pisito como inversión o como segunda vivienda le han vuelto a dar el susto que no merece.

También se manda un mensaje al mundo inversor internacional de que las reglas de juego cambian o pueden cambiar y no hay nada que pueda espantar más a un inversor de este tipo que la falta de estabilidad, los titulares constantes de que habrá cambios drásticos, fiscalidad imprecisa…

Para completar el desconcierto se anuncian leyes desde un gobierno central cuya implementación corresponde a gobiernos regionales o municipales, que ya han dejado clara su postura.

Le da a uno por pensar que, si de lo que se trata es de enviar mensajes de carácter muy progresista (en una búsqueda de votos), quizá habría que tomar o anunciar medidas para enfrentar el problema de la falta de vivienda creando una legislación clara - y que se aplique – con seguridad para arrendadores y arrendatarios; y no tener en un “sinvivir” a los millones de propietarios que pagaron y pagan impuestos por la compra y explotación de esas viviendas.

También le da a uno por pensar (y pedir) que, si se trata de regalar el oído a algún socio; no se haga con asunto tan sensible.

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