Opinión

De sólido a líquido

Tarde de fútbol en un estadio grande en el extrarradio de Madrid en un fin de temporada. Nada trascendental se jugaban. En la grada la afición ve el calentamiento de los dos equipos a la vez que aprovechan para darle vueltas a sus cosas.

Charlaban unos chavales entre ellos, en los bancos delanteros. Obligadamente fui partícipe de su conversación, antes de comenzar el partido, ya que hablaban con ese volumen de adolescentes, seguros de sí mismos, con bastantes decibelios. No había forma de no enterarse.

Hablaban de sus cosas cotidianas: estudios, redes sociales, discusiones con los padres… Unos minutos más tarde, apenas comenzado el partido, llega una amiga del grupo y ocupó su asiento; se la veía muy afectada. Sin preguntarla siquiera contó que el chaval con quien salía  la había dejado plantada por WhatsApp y al día siguiente ya había publicado un vídeo en Instagram con la nueva.

El grupo, desplegando empatía, consolaba como podía a la chica dejando caer toda suerte de improperios y malos deseos sobre la nueva pareja. Y la traición cometida. Puesto ese tema en orden volvieron a hablar de temas variados y con relativo interés seguían el partido.

La chica que fue traicionada comentaba que prefería relaciones más “liquidas” para que no le volviera a pasar lo mismo. Cosa que los demás corroboraban porque en general, por lo que comentaban, es como que  todo se derrite. Vamos de “sólido” a “líquido” socialmente (lo mismo es por el cambio climático…).

Lo de “liquido” lo definió Zygmunt Bauman al describir relaciones caracterizadas por falta de solidez y por una tendencia a lo fugaz, superficial y con poco compromiso. Y lo extendía para hablar en general de la liquidez del amor al prójimo. Bauman le echa la culpa al capitalismo actual, donde no existe nada seguro, todo es incertidumbre, no eres de nada ni de nadie. Y lo único fijo es la falta de pertenencia, de filiación, el fin de las ideologías. Y por ende, lo importante es la satisfacción inmediata en un mundo cada vez más banal.

Ignoro si de verdad nos instalaremos en esa sociedad pero es cierto que los compromisos de cualquier tipo, es decir, lo sólido en cualquiera de sus formas se difumina. No se compran ni conservan discos de música (salvo que seas coleccionista), ya que para eso hay una app, pasa lo mismo con los pelis y las series; también con coches, motos y patinetes que se alquilan mientras se usan y luego se  aparcan en cualquier esquina. Lo que ocurre es que no sé cómo encaja esto con una sociedad que en términos “macro” necesita la deuda, la hipoteca y los créditos para que funcione. Y hablando de persona a persona: ¿Qué hacemos con eso llamado confianza?.

Lo decía también el Sr Bauman y es un hecho. Se difuminan los viejos conceptos ideológicos: la derecha y la izquierda. Tiende a la baja el creer en estos conceptos y sus utopías. Piensa uno que el votante cada vez más va al supermercado de las elecciones a comprar un ideario real o “fake” que le convenza para cuatro años. De la coherencia, del cumplimiento del programa, de las traiciones, dependerá el seguir o el desaparecer, como estamos viendo. Lástima no poder devolverlo si no estamos satisfechos a los pocos meses. Hay que esperar años.

En resumen, que la compra del coche (a plazos), el pisito (con hipoteca), relaciones con  las  personas para siempre o por mucho tiempo, una vida con trascendencia y una mirada puesta en el Más Allá… Eso era lo sólido. Y hemos pasado a lo líquido, tan efímero y cambiante, tan necesitado de novedades que entretengan; y ha ocurrido a una velocidad vertiginosa.

A algunos nos hace bien pensar que todavía existen cosas sólidas a las que agarrarse, algunas inmateriales: La Fe, La Semana Santa, El Camino de Santiago, una generosidad bien entendida, una confidencia con los hijos…

Y la lista puede seguir; afortunadamente es larga: tropezarte con la bandera de España por ahí, familias que se reúnen, el Madrid “otra vez campeón de Europa”…

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