Opinión

Verano en pelotas

¡Ya tenemos serpiente de verano!

Entre el mogollón de noticias irrelevantes con las que suelen llenar sus paginas los diarios en periodo vacacional, este año se ha alzado con el triunfo la de que los usuarios de las piscinas públicas madrileñas podrán bañarse en pelotas. Es decir, plagiando a Sabina, quienes lo deseen podrán pasearse al borde del agua con “el género fuera por la caló”.

La propuesta de instaurar un día en el que los asfixiados vecinos puedan optar entre llevar bañador o no en las piscinas municipales, hecha por la Asociación para el Desarrollo del Naturismo de la Comunidad de Madrid, ha sido traslada por la Dirección General de Deportes a los diferentes distritos de la capital, de quienes dependen las instalaciones deportivas, para que sean ellos quienes decidan si la implantan o no.

Pese a su perfecto y cuidado moreno pepero (si acude a la piscina de su barrio ahora podremos saber si es bronceado integral o no) la ínclita Esperanza Aguirre (número uno, hasta que llegó Carmena, de las políticas expertas en armar la tremolina) no ha podido esconder ese ligero tono verdoso, que el saber popular atribuye a la envidia, cuando ha calificado esta iniciativa como “la ocurrencia de hoy”.

Durante la celebración del día #no más culos blancos, en la lucha por el mejor sitio para extender la toalla ganarán los pilosos máximos ya que el erizamiento del pelo, mecanismo que se desencadena ante una amenaza, proporciona un mayor tamaño (vean sino gatos y erizos) que contribuye a intimidar al oponente.

El pudor de los textiles que acudan a la piscina, salvo que se instale un muro antivergüenza, nada podrá contra los nudistas y la alegría que produce llevar tus atributos al vent, sobre todo cuando éstos superan las medidas estándar.

Ya me imagino a todos los Rodríguez de la capital (figura típicamente española que se corresponde con hombres que durante el mes de agosto, mientras su mujer e hijos están en la playa, se quedan unos días solos en casa, tiempo que aprovechan para salir, desmadrarse o echar una cana al aire) acudiendo en masa a la piscina del barrio para  escudriñar (ocultos los ojos detrás de unas gafas de espejo pero sin poder esconder su contento ante la frescura de la propuesta) los encantos de la vecina del quinto porque, como ya se encargó Billy Wilder de mostrar al mundo entero, La tentación vive arriba.

Como, lo admitamos o no, la mayoría seguimos asociando la desnudez con el sexo, un consejo para aquellos madrileños que experimentan por primera vez el nudismo: si no quieren ser tachados de pervertidos, en caso de erección (su insistencia se puede castigar con la expulsión del recinto) rápido chapuzón, boca abajo hasta que se pase o una medida algo extrema, lo sé, pero que garantiza la lasitud del miembro viril por unas cuantas horas: el zapatillazo.

¡Que lo disfruten!

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