Opinión

The Hole

El advenimiento del Carnaval a la pía Toledo este año ha venido acompañado de un temblor que provocó en el Teatro-Auditorio “El Greco”, bajo el simpar Miradero, un agujero que, tras la agresiva campaña publicitaria (durante todo febrero, desde paradas de autobuses y los mismos vehículos en movimiento, los carteles de macizos zagales y zagalas se encargaron de atrapar y retener la atención de residentes y visitantes), hacía temer un socavón de proporciones desorbitadas en una ciudad que siempre ha sido más devota de Doña Cuaresma.

Pero Don Carnal tiene sus reglas y su principal norma es que no hay ninguna: disfraces, máscaras, alegría y desenfreno, rodeado de un anonimato en el que todo vale.

Así que era el momento oportuno. Seis sesiones (una el jueves, dos el viernes, dos el sábado y una más el domingo) para que este Club, teatro, cabaret, convenciera al publico toledano, poco dado a las alharacas, de que para poner en práctica el mandato de Don Carnal (¡fuera tabúes!) había que estar en el agujero… para salir del agujero. Oscar Wilde lo definió de maravilla: “La única manera de librarse de la tentación es ceder ante ella. Si se resiste, el alma enferma, anhelando lo que ella misma se ha prohibido, deseando lo que sus leyes monstruosas han hecho monstruoso e ilegal”.

Haciendo caso al bueno de Oscar, que de tentaciones sabía un rato (tanto como del precio que se paga por ellas en sociedades pacatas), el sábado 25, a eso de las siete y media de la tarde, entré en El Agujero, dispuesta a liberarme de cualquier prejuicio que pudiera albergar sin yo saberlo.

Cuando la impresionante Madame (Tamia Deniz) y los Mayordomos (Arnau Lobo, Edgar López, Óscar Albert y Raúl Ortiz) comenzaron a subir, muy lentamente, las escaleras para entremezclarse con el público, la timidez me erizó el pelo de la nuca. No fui la única. Era patente el nerviosismo de muchos espectadores/as que, presos de la vergüenza, agachaban la cabeza al paso de las descaradas y silenciosas figuras, algo que no les sirvió de nada porque éstas, como si lo olieran, siempre se acercaban a quien más los rehuía.

Comienza la función…

Presentar en sociedad a Cristóbal, última relación afectiva, es el motivo por el cual la Maestra de Ceremonias (en mi pase Berta Collado, talaverana de pro) organiza una fiesta a la que invita a todos sus amigos. Nos adentramos con ella en su impúdica  mansión en la que, siguiendo los dictados de Don Carnal, el amor se transforma en un concepto omnicomprensivo que como oscuro objeto de deseo admite personas, animales o cosas.

Que el tal Cristóbal, por simpática y socializada que pudiera parecer y por más que tuviera un rabo largo y eso viniera de lujo al doble sentido de la función, fuera una rata blanca no me hacía ni pizca de gracia; no es personal, juro que hubiera sentido lo mismo con una culebra o cualquier otro animal que repte o corretee por el suelo con sus cortas patitas. Si el efecto buscado con la roedora presencia era generar aversión entre el público, en mi caso lo lograron con creces porque cada vez que la dichosa Berta colocaba la rata en el hombro, como si de un inofensivo pajarillo se tratará, sentía tal repugnancia (¡puaff!) que a punto estuvo de convertirse en un auténtico sarpullido del sábado noche. ¡Cosas del directo!

¿Lo que menos me gusto? La Maestra de Ceremonias. Creo que a Berta Collado le falta gracia sobre el escenario, en sus monólogos abusa de los chistes sobre políticos (aunque, como castellanomanchega, logró arrancarme una sonrisa con lo de que después de un fin de semana de fiesta siempre toca sufrir los Dolores Pos-pedal) y es demasiado basta para resultar sugerente, algo que se echa en falta en un espectáculo de este tipo.

¿Qué destacaría? Aunque me reí mucho con los stripteases (especialmente con el de las castañuelas), la parte en la que la flamenca (la bola roja) interpreta Cançao do Mar, de Dulces Pontes, mientras contempla embelesada las elegantes figuras y giros que el impresionante acróbata realiza sujeto a las correas, me emocionó profundamente.

¿Qué busca The Hole?

Provocar reacciones, romper esquemas.

¿Qué es The Hole?

Una dosis similar de jamonas con melón (bueno con melones) y de ensalada de nabos, convierten a The Hole en un menú equilibrado. Un espectáculo paritario pensado para agradar, o puede que repeler, tanto al público femenino como al masculino.

Qué ¿se animan a entrar en El Agujero?

CARTEL THE HOLE

Comentarios