Cuando un funcionario del Grupo C, Cuerpo Auxiliar (Graduado en ESO), logra promocionar al C1, Cuerpo Ejecutivo (título de Bachiller o Técnico), se encuentra con qué, después de tanto esfuerzo, la posibilidad de que ese ascenso se refleje en una mejora económica es casi nula.
Si tienes suerte, y antigüedad, cuando estés a las puertas de la jubilación puede que consigas una plaza de Nivel 22 (el más alto al que puede llegar alguien del Grupo C1), cuyo complemento específico, que incrementa tu nómina en unos 150 € al mes, apenas cubre la necesidad de sentir que el sacrificio de tiempo y dinero (las clases preparatorias de oposiciones son muy caras) ha merecido la pena.
¿Por qué ocurre esto? Porque en la administración, la mayoría de plazas que se crean (DOCM 28-11-22, DOCM 22-12-22 o DOCM 29-12-22) son para el Grupo A (título universitario de Grado), al cual pertenecen los ocupantes de los puestos de secretarios y directores generales, delegados y secretarios provinciales, jefes de servicio, jefes de sección y asesores técnicos.
¿Resultado? Una administración con forma de pirámide invertida, en la que cada vez hay menos puestos de concurso ordinario y más de concurso especifico y libre designación, lo cual garantiza un control férreo de los puestos directivos.
Mientras eso sucede, cuando alguno de los centros dependientes de la Junta, como por ejemplo las residencias de mayores (dotadas de una angosta, mínima, irrisoria e insuficiente estructura administrativa compuesta del Responsable o Director/a de Residencia, perteneciente al Grupo A1 o A2, un Auxiliar y un Administrativo o, en otros casos, dos Administrativos), pide una persona más para reforzar su plantilla, tiene que escuchar, una y otra vez, aquello de que el Capítulo I es intocable y que no se puede incrementar el gasto de personal.
Sería lógico pensar que, dadas las escasas posibilidades de promoción de los funcionarios del Grupo C1 de la Junta, habría tortas por solicitar las plazas de las residencias, pero no es así. Cuando llegan los concursos de traslados, son muchos los que jamás se plantean pedirlas, ni siquiera aunque el complemento de las mismos sea un poco más alto que el de otras de nivel similar (la diferencia está en torno a los 60 euros).
El motivo es fácil: las personas que han ocupado esos puestos antes no se han cortado un pelo a la hora de contar todos los problemas que acarrea su desempeño.
Venga de donde venga el empleado público, Consejería o Delegación, está habituado a una estructura jerárquica y administrativa en la cual hay un Servicio para cada área (personal, asuntos generales, contratación, asuntos económicos, etc.) y, ninguno de ellos, consta de menos de tres personas. Los altos cargos tienen una o dos secretarias, varios asesores, etc. Es decir, competencias repartidas, trabajo diferenciado y responsabilidad difuminada.
Así las cosas, cuando el administrativo o auxiliar llega a ocupar una de plazas de administración en una residencia, el choque es brutal.
Sin recibir ningún tipo de orientación, ni formación, nada de nada, de repente se ve sometido a una exigencia continua de hacer, proporcionar, dotar, preparar y controlar, del todo inasumible para una sola persona.
Por si no fuera suficiente, los de arriba tratan de convencerlo de que, más allá de las funciones que, conforme la Ley de empleo público de CLM, le corresponden como Auxiliar o Administrativo, tiene también una serie de obligaciones que van desde sustituir a la persona que ocupa la dirección de la Residencia (incumpliendo el Decreto 2/2022, de 18 de enero, por el que se establecen las condiciones básicas de los centros de servicios sociales de atención especializada, destinados a las personas mayores en Castilla-La Mancha, que entró en vigor en abril de 2022 y que especifica, claramente, que personal debe asumir esa función), a casi demandarle conocimientos de electricidad, fontanería, albañilería, etc., a fin de que supervise, exhaustivamente, el trabajo de las empresas que tienen los contratos de mantenimiento.
Cuando, días tras día, te ves en una situación similar a la que les acabo de describir, no tarda en llegar lo que se conoce como síndrome de burnout o "del trabajador quemado", que hace referencia a la cronificación del estrés laboral y que se manifiesta en un estado de agotamiento físico y mental que se prolonga en el tiempo y llega a alterar la personalidad y autoestima del trabajador.
Es triste que profesionales con experiencia, capacidad y la motivación necesaria para realizar, dentro de sus posibilidades, una labor que mejore la vida de los residentes, acaben dejando, en cuanto pueden, las plazas de administración de las residencias porque se sientan permanentemente cuestionados.
Hasta el mismo Don Quijote, experto en desfacer entuertos y enfrentarse a gigantes, si hubiera tenido que trabajar con tan poco apoyo y escasos medios, hubiera sucumbido al desencanto.