Mientras los ecos de la Guerra de Secesión aun resuenan, a través de las Grandes Llanuras americanas una diligencia corre que se las pela huyendo de la ventisca que le pisa los talones. La carrera de sus tres ocupantes (el conductor, el cazarrecompensas John Ruth y su prisionera Daisy Domergue), a través del nevado paisaje de Wyoming, para llegar cuanto antes a Red Rock donde John Ruth, alías “La Horca”, entregará la fugitiva a la justicia, se ve detenida por la aparición del mayor Marquis Warren, cuya mala reputación le precede, antiguo soldado de la Unión reciclado en cazarrecompensas, y Chris Mannix, a quien también precede la mala reputación pero no suya sino de su progenitor, renegado sureño que afirma ser el nuevo sheriff de Red Rock. Pese a la desconfianza a cuatro, la inminente llegada de la tormenta les empuja a compartir transporte.
La imposibilidad de llegar al pueblo antes de que les alcance, les empuja a dirigirse a la Mercería de Minnie, lugar donde calentarse, tomarse una taza de café, descansar y esperar que la tormenta amaine. Pero no es Minnie quien los recibe sino cuatro desconocidos: el mexicano Bob, el verdugo de Red Rock Oswaldo Mobray, el vaquero Joe Gage y el general confederado Sanford Smithers.
Filmada en Ultra Panavisión 70 (uno de los formatos de imagen más anchos jamás creados para la exhibición comercial), en vez de los 35 milímetros de la película tradicional, y exhibida en formato Roadshow (que incluye un programa de mano con información de la película, varios minutos adicionales y un descanso hacia la mitad), anuncia la ampulosa publicidad obviando el hecho de que son esas mismas características las que impedirán la proyección, conforme a las instrucciones del director, en salas normales. De hecho en España solo podrá verse con ese formato en la sala de cine Phenomena de Barcelona.
¿Pues saben que les digo? que me alegro de haberme ahorrado los 3,48 minutos de obertura y los 12 de intermedio de la versión rodada en los "gloriosos 70 mm”, porque tuve más que suficiente con los 167 minutos de la versión digital.
Aún reconociendo el mérito del Globo de Oro a la Mejor Banda Sonora Original 2015 logrado por Ennnio Morricone, su icónico y octogenario creador, se echa en falta esa variada y rica selección musical que se ha convertido en sello de la casa.
Con un guión diluido, deslavazado, se desperdicia un buen elenco de actores que, salvo la lograda estética, poco pueden aportar al conjunto.
La película es demasiado larga, demasiado lenta, demasiado repetitiva y, en momentos puntuales, asquerosa rayando lo gore. No vayan a pensar que soy de estomago delicado. Sé de sobra que decir Tarantino, citándome a mí misma, es decir “sangre, sudor y lagrimas, pero de risa. De hecho, toda crítica que se precie sobre cualquiera de sus películas debería ir escrita en rojo para dar idea de la importancia que la sangre tiene para este americano, medio psicópata, que ha hecho de la violencia, la barbarie, el esperpento y la exageración, sus señas de identidad. No es un cine apto para cualquier alma, pues aquellas de natural sensible no podrán soportar ni tan siquiera los primeros 20 minutos de esta historia”.
Pero es que a “Los odiosos ocho”, cinta homenaje a los Spaghetti Western, le falta un ingrediente fundamental en la obra tarantiniana: el humor. La película es muy bestia, como corresponde, pero carece de ese humor negro y macabro que nos hace estallar en carcajadas ante las barbaridades que vemos en pantalla.
Si para medir la filmografía de Quentin, del que soy seguidora aunque no incondicional, establezco una escala cuya posición más alta compartirían, por derecho propio, “Malditos bastardos” la más completa, “Django desencadenado” la más divertida, “Sin City” (codirigida con Robert Rodríguez y Frank Miller, creador del cómic en el que está basada) por su maravillosa estética y “Peligro Sepulcral” el mejor capítulo de toda la historia de la serie “CSI Las Vegas”, les aseguro que “Los odiosos ocho” ocuparía, sin duda, el otro extremo, la última posición.
Y es que la sangre, violencia y muerte de TARAN-TINO sin una buena historia detrás o una buena dosis de humor se queda solo en un DESA-TINO que estomaga.
