Opinión

No Time To Die

En un marco incomparable, la antigua ciudad italiana de Matera, James Bond, supuestamente retirado, disfruta de una idílica estancia en compañía de la psicóloga Madeleine Swann (la sosa de Léa Seydoux), cuyo traspaso, desde Spectre a No Time To Die, la convierte en la primera fémina que repite en más de una película del agente secreto más famoso al servicio de su Majestad.

Nada más empezar, se nota, se siente, que a mi James la jubilación no le siente nada bien. Vamos que se aburre como una ostra. Por eso, cuando le empiezan a perseguir tíos con aviesas intenciones, que parecen salir de debajo de las piedras de la hermosa Matera, sin pensar que su licencia para matar está caducada, brota el 007 que lleva dentro.

Mientras salta acá, derrapa allá y dispara acullá, se le enciende una lucecita en su entrenado cerebro de espía que le dice que “son amour français”, esa con la que se estaba planteando una vida de pareja “a lo normal”, le ha traicionado.

Así que Bond, bastante cabreado, consigue llevarla a la estación y la despacha en el primer tren que sale. Es en ese momento, mientras llora como una Magdalena, cuando ella, en uno de esos gestos que, por repetidos en la pantalla grande, parecen ir escritos en el ADN femenino, se lleva las manos al vientre y, a poco que seas medianamente avispado, sabes que Bond ha preñado a su chica.

Ahí empieza el desencanto.

Cuando decir James Bond, es decir Daniel Craig (el mejor de la historia se pongan como se pongan) y decir Fukunaga es decir True Detective (dirigió los 8 episodios de la primera temporada) y Jane Eyre (con Mia Wasikowska y Michael Fassbender, la mejor adaptación cinematográfica de la novela de  Charlotte Brontë), decir No time to die, suma de ambos talentos, además de entretenimiento puro y duro, debería haber sido sinónimo de calidad, profundidad de los personajes y, sobre todo, un final memorable para la carrera de Craig, Daniel Craig, como Bond, James Bond.

Pero no ha sido así. No lo ha sido en absoluto.

¿De quién es la culpa?

En primer lugar, del guion.

Aunque, inicialmente, fue escrito por Neal Purvis y Robert Wade, los habituales en las películas de la franquicia desde 1999, después metieron el cucharon Scott Z. Burns, Phoebe Waller-Bridge y el propio Fukunaga. ¿Resultado? Citando a Arturo Pérez Reverte, quien, como escritor y académico de la RAE, tiene facilidad para acertar con el calificativo más incisivo, una película MOÑAS (blandengue, sensiblera) donde las haya.

En segundo lugar, del director.

No sé cuál ha sido el motivo (seguro que la pasta no) pero mi Cary se ha enfrentado a este ¿reto? con una desidia pasmosa, algo que se deja sentir en toda la película.

Empezando por la estética de Mr. Bond, esa que tanto cuidó San Mendes en Skyfall y Spectre al elegir el corte de pelo que más favorece al rostro de Daniel Craig y encomendar su vestuario completo al diseñador Tom Ford, icono de elegancia.

Siendo un director con un sello tan personal, especialmente en cuanto a personajes complejos y atormentados se refiere, choca la simplicidad de la que hace gala el elenco de No time to die. Se salva Ana de Armas que, en las breves escenas en las que aparece, lograr insuflar gracia, ironía y frescura al propio Craig que, hasta ese momento, transitaba inexpresivo y desubicado por la cinta.

Lo que más echo en falta en No Time To Die es el ingenio en los diálogos que hicieron de Casino Royal, primero, y de Skyfall, después, y por ese orden, las dos mejores películas de las cinco protagonizadas por mi Daniel.

Y, como suele pasar en las pelis malas de la saga, a falta de diálogos buenas son explosiones.

Pero, francamente, lo peor de toda la película es ese empeño en recalcar que, retirado James, el MI6 ha traspasado su licencia a una mujer, pero no a una cualquiera sino a una de color (Lashana Lynch). Asumiendo los tintes machistas del personaje de 007 (al menos en el cine, desconozco si los tiene también en las novelas de Ian Fleming porque no he leído ninguna), guionistas, director y productor, supongo, embarcados en una cruzada en defensa de lo políticamente correcto, se empeñan, a mi entender de manera absurda, en incluir tópicos (James llora, bueno lo intenta, James va de paquete, ¡OMG!, en una moto conducida por su sucesora) y situaciones (“James, es tu hija”), que hacen de No time to die una penosa revisión del personaje original para adaptarlo, en teoría, a los nuevos tiempos.

Y no, no lo creo necesario.

El personaje es el que es y, en las películas de Craig, salvo en la última, Judith Olivia Dench se encargó de encarnar, magistralmente, el empoderamiento femenino al convertirse en la jefa del MI6… ¡Y menuda jefa!

Que le pregunten a James si no era estricta, fría e impersonal cuando de tomar decisiones se trataba (aunque éstas pasen por ordenar a Moneypenny que dispare, aún a riesgo de herir a James, mientras éste se pelea encima de un tren que circula a toda velocidad sobre el Puente de Varda). ¡Ralph Fiennes no le llega ni a la suela de los zapatos!

No Time To Die es plana, aburrida y, por ser de quien es, francamente decepcionante.

Menos mal que siempre nos quedará la escena, una de mis favoritas, en la que Vesper Lynd y James se conocen

¡Maravilloso ejemplo de seducción e inteligencia!

James Bond - No Time To Die Poster | All posters in one place | 3+1 FREE

Comentarios