Opinión

Los mozos del pueblo ya se han escapau, riau, riau

Los quintos, jóvenes de la localidad que cumplen 18 años, han puesto a Orgaz en el mapa mediático con su clase magistral de cómo transformar una tradición ...

El control y el abuso que sobre la mujer ejercen las instituciones masculinas, amparadas por principios y costumbres culturales, es la forma de tiranía más antigua, extendida y recalcitrante”, Las semillas de la violencia, Luis Rojas Marcos.

Los quintos, jóvenes de la localidad que cumplen 18 años, han puesto a Orgaz en el mapa mediático con su clase magistral de cómo transformar una tradición en un despropósito vejatorio y deleznable.

A las demandas de Podemos Toledo, que denunció los hechos y exigió al Ayuntamiento de la localidad que se posicionara ante ese berrear, que no cantar, letras repletas de insultos soeces y groserías dedicadas a las chicas del pueblo, llamándolas por sus nombres y apodos, éste respondió con una simple carta pidiéndoles que rebajaran el tono.

Si la mayoría de edad es a eso a lo que conduce, tal vez debería abrirse un debate social en torno a la conveniencia de volver a implantar el Servicio Militar Obligatorio como forma de desasnar y apaciguar ese mal entendido exceso de testosterona.

Algunos dirán que se ha exagerado el tema. Otros pensarán que decirle a alguien “putón” es un requiebro. A todos ellos les recomendaría que preguntaran a las afectadas y a sus familias que les ha parecido que una panda de cafres, encaramados a un remolque, las humille públicamente.

Hoy día las sociedades occidentales cultivan la violencia de dos formas. En primer lugar, a través de principios, tradiciones o costumbres que justifican actitudes agresivas en la convivencia diaria. En segundo lugar, las conductas aberrantes florecen cuando los valores culturales se desmoronan, los controles colectivos se desintegran y la cultura pierde su función reguladora de la sociedad”.

Digan lo que digan se trata de un comportamiento que, desde el momento que descalifica y prejuzga a las mujeres por su físico u orientación sexual, muestra la cara oculta de ese machismo reaccionario que se esconde ante la presión social pero que en los momentos en que fiesta y alcohol se unen aflora y se desborda. Una moda, extendida y aceptada, que celebra al hombre incisivo y violento.

La cultura actual idealiza la hombría, el machismo, celebra los atributos duros de la masculinidad, los estereotipos viriles, las imágenes provocadoras del “macho bravío”. Esta figura suele estar representada por el hombre agresivo, implacable, despiadado y siempre seguro de sí mismo. Un ser que reta sin miedo, persigue el dominio de los otros, tolera el dolor sin inmutarse, no llora y no expresa sentimientos afectivos. Los varones jóvenes suelen adaptarse a este estereotipo y manifestar esta imagen proverbial de hombría bebiendo, blasfemando, peleando (…) Esta mezcla idealizada de actitudes y comportamientos masculinos agresivos impregna más o menos explícitamente la subcultura de los niños, sus lecturas, sus programas televisivos, sus deportes y sus juegos de video. Y a medida que crecen, estos ingredientes sirven para justificar la liberación de sus impulsos agresivos en el mundo del ocio, en el colegio, en la universidad, en el trabajo y en sus relaciones con otras personas”.

Inmersos, como estamos, en una cultura de fascinación por la violencia, las instituciones públicas no pueden quedarse a medio camino en la defensa de los más débiles. Nunca deben olvidar que incluso cuando no se pronuncian comunican, por lo que la identificación con las victimas debe ser inmediata.

¡Frente a este tipo de actitudes y comportamientos, tolerancia cero, señor Alcalde y resto de la Corporación!

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