Opinión

La monja

En un espectacular comienzo, lo mejor de la película, vemos como dos religiosas se acercan a una puerta cerrada. Haciendo caso omiso de la advertencia que sobre ella aparece escrita en latín, “Finit hic deo”  (Dios termina aquí), la mayor de ellas traspasa el umbral y antes de desaparecer tras la misma, arrastrada por una fuerza diabólica, entrega a la más joven una llave al tiempo que le recuerda que debe entregar su vida para contener el mal que las acosa.

El Vaticano, preocupado no tanto por el suicidio de una hermana sino por la posibilidad de que la abadía donde éste ha ocurrido haya dejado de ser un lugar sagrado, envía a un sacerdote especializado en investigar y desmontar fenómenos milagrosos y posesiones demoniacas, quien, ayudado por una novicia local a punto de tomar sus votos, deberá desplazarse hasta el lugar para determinar si el templo sigue perteneciendo a Dios o al demonio (que esté situado en Rumanía, famosa, a su pesar, por ser la patria chica de Drácula, el aristocrático vampiro más famoso de todos los tiempos, me temo que inclina la balanza hacia el lado del mal).

Que el viernes 7 de septiembre, día del estreno, en la sesión de las 16,00 horas, normalmente casi vacía, hubiera más gente de la habitual, habla de lo bien que ha funcionado tanto el tráiler de la película como la campaña publicitaria a través de las redes sociales. La noticia de que se había solicitado la retirada de Youtube de un video promocional de la película, que se inicia con la pantalla totalmente en negro, porque había traumatizado a miles de usuarios, abrió el camino para que esta película pueda llegar a reventar la taquilla.  Si quieren ver el video pulsen aquí (AVISO: no se admiten reclamaciones).

Asusta ¿eh? Bueno, pues les aseguro que a mí me ha dado mucho más miedo ese video que toda la película entera.

No les extrañe, porque en Toledo, donde en la actualidad existen 14 conventos en los que viven 173 religiosas, frente a las 384 que había en el año 1900, no solo estamos acostumbrados a la presencia de  amables sores pertenecientes a diferentes ordenes, sino que también estamos familiarizados con monjas chungas, cuyas apariciones ponen los pelos como escarpias a quienes tienen la mala suerte de cruzarse en su camino. Así narra la Web Misterios de Toledo los fenómenos paranormales que se producen en el antiguo Convento de San Pedro Mártir, reconvertido en Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales: “Uno de los testimonios más repetidos se refieren a la visión de una figura difuminada, que algunos describen como una débil humareda blanca, que suele verse por algunos lugares del antiguo convento, principalmente algunas zonas como el claustro, la biblioteca, la iglesia, o la sillería superior. Afirman los testigos que esta humareda blanca se desplaza como si fuera flotando, y de manera bastante rápida, de forma que nunca suele verse por un periodo superior a tres o cuatro segundos. Algunos testigos han ido más lejos, e incluso afirman haber visto este fenómeno de forma más clara, pudiéndose vislumbrar una figura femenina ataviada con una especie de hábito blanco, como si de una monja se tratase”.

Cuando leí esa historia, para quitarle hierro al asunto, pensé que podría tratarse de una monja feminista que jamás se resignó a que se le negará el acceso a la educación, base de toda igualdad. Pero lo confieso, como a intensa no me gana nadie, y cuando de asustarse se trata me asusto como la que más (de ello pueden dar fe las salas de los cines del Centro Comercial Luz del Tajo cada vez que ponen una de terror), si me encontrara con Encarna (así la llaman las limpiadoras) no se cual de las dos gritaría más y más fuerte.

Pero volvamos a la película.

Debo decir que tanto La monja como las dos dedicadas a la muñeca Annabell (una muñeca chochona con muy malas intenciones), están muy por debajo de la calidad y el impacto que alcanzaron The Conjuring en 2013 y The Conjuring 2: The Enfield Poltergeist en 2016, las dos películas que dieron origen a la saga Expediente Warren, ambas dirigidas por James Wan, director, productor y guionista malayo, nacionalizado australiano, a quien los fans del terror conocemos bien por otra de sus sagas Insidious y los aficionados al gore por la de Shaw.

La monja resulta repetitiva y pelín aburrida, porque cuando ya has visto su cara (¡me recuerda a Iggy Pop!) dos o tres veces, echas en falta que sea, perdonen la expresión, algo más cabrona.

¿Entretiene La Monja? Lo hace ¿Hay sustos? Los hay (ayuda bastante la atmosfera tenebrosa y fantasmal que consigue a base de una fotografía oscura y sugerente) ¿Aterroriza? A unos si y a otros no. Pero si tenemos en cuenta que durante la proyección logró que adolescentes y adultos se abstuvieran de estar mirando compulsivamente la dichosa pantalla del móvil, creo que se puede afirmar que, al menos, sabe captar la atención del público.

Ahora ustedes deciden.

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