Opinión

Coger el bus en Toledo en tiempos de covid

“Dado que la evidencia científica ha constatado que la transmisión del virus es mucho más intensa en espacios cerrados, sería conveniente reforzar las medidas establecidas en el Nivel 3 con medidas específicas de control en espacios cerrados en los que puede observarse una cierta concentración de personas con momentos en los que es difícil el mantenimiento riguroso de las medidas de distanciamiento personal, tales como bares, cafeterías, restaurantes y establecimientos similares”, Resolución de 09/11/2020, de la Delegación Provincial de Sanidad de Toledo

En la página del SESCAM (actualizado a 19-11-2020) se informa a la ciudadanía de que hay 27 municipios de CLM, entre ellos dos capitales de provincia, Toledo y Cuenca, que se encuentran en NIVEL III de alerta sanitaria por la COVID-19.

Consulto las Medidas especiales COVID-19 para municipios en NIVEL III y compruebo que, entre las Medidas complementarias aprobadas está incluida la siguiente: Autobuses urbanos y taxis: se limitará al 50 por ciento la ocupación de autobuses urbanos y taxis. Se procurará aumentar la frecuencia de los horarios de autobuses para evitar aglomeraciones.

Recreación de una conversación, escuchada por casualida entre dos personas que no conozco, a propósito del transporte urbano en tiempos de la COVID-19:

  • ¡Menuda se montó (nunca mejor dicho) ayer en el bus!

  • ¿Qué pasó?

  • Una señora iba sentada y otra, que subió en la siguiente parada, ocupó el asiento de al lado. La primera le dijo a la segunda que no podía colocarse ahí porque había que mantener la distancia interpersonal. La segunda contesta, con chulería, que el mismo derecho tiene ella a ir sentada y que sí no se pueden ocupar los asientos que los marquen con un aspa o pongan un cartel de prohibido, como han hecho en bares, cafeterías, centro de salud, etc.

  • ¿Y en qué quedó la cosa

  • La primera señora le reclamó al conductor del autobús y éste respondió que él estaba allí para conducir y no para ejercer de policía del espacio (el físico me refiero, no el estelar, je, je).

Las 14,05 del jueves 19 de noviembre. Hora punta. Tras finalizar la jornada laboral, espero en mi parada habitual, la situada justo enfrente del recién ¿inaugurado, bautizado, estrenado?) Hospital Universitario de Toledo, la llegada del autobús de la línea 91, que tomo todos los días para regresar a casa desde Santa María de Benquerencia (o Polígono como dicen en la radio) hasta la Avenida de Europa.

Aparece mi bus en lontananza y levanto la mano. Cuando se abren las puertas, pese a llevar todas las ventanas abiertas, una vaharada de calor humano golpea mi cara y mi nariz. Todos los asientos ocupados y, en el pasillo, tanta gente que me veo obligada a situarme al principio del autobús, casi pegada al conductor y haciendo malabares para poder agarrarme a algún sitio sin que ello suponga acercarme demasiado a otra persona. ¡Tarea titánica en extremo!

Pese a que el autobús ya va más cargadito que un café espresso italiano, el conductor se dirige a la siguiente parada, la del Centro Comercial Luz del Tajo, donde no se apea nadie, pero sube otro pasajero que, con menos espacio aún, se coloca justo detrás de mí en el estrecho pasillo. ¿Resultado? Cada vez que el “jefe”, que parece no haber escuchado en su vida aquello de “precaución amigo conductor”, pega un frenazo, la persona situada detrás me roza, con el consiguiente repullo por mi parte y el lomo cada vez más erizado.

¿Mantener distancia? ¡Ja! Pero, según parece, aún no hemos llegado a ese 50% de ocupación del autobús porque, justo antes de bajarme, paró una vez más para que otra sardina, ¡y sin aceite!, se metiera en la lata.

Por una asociación de ideas de esas que no puedes controlar, recordé haber leído en algún sitio que una de las ventajas de las piscifactorías era que se prestaban a la selección artificial de las especies en busca de las características deseadas. Aterrorizada pensé: ¿será que las autoridades locales nos introducen a presión en el autobús con la intención de que solo sobrevivan los más fuertes?

Era tal mi angustia que, aprovechando que pasábamos por la Avenida de Castilla-La Mancha, casi llamo a los bomberos para que me sacaran (excarcelaran como dicen ellos) del Katanga.

Después de mi traumático episodio (que se repite casi a diario), solo me faltaba leer un tuit del Ayuntamiento de Toledo donde nuestra Alcaldesa decía algo así como que “desde la responsabilidad individual” conseguiremos vencer entre todos a la COVID-19.

¡Coño! -me dije a mi misma- ¿Y el compromiso institucional qué? ¿De qué sirve establecer medidas para frenar esta epidemia que nos asola si nadie controla su cumplimiento?

Si, como dijo el señor conductor, a él no le corresponde controlar la ocupación del autobús, que pongan un contador automático de personas o que recuperen la figura del cobrador/acomodador, creando de paso empleo en esta época aciaga de ERES.

Recuerdan aquel chiste malo que decía “¿Cómo metes cinco elefantes en un Seat-600? Dos delante y tres detrás”. ¡Pues ahí está el quid de la cuestión! Si la empresa de los autobuses, el Ayuntamiento, o quien sea, establecen que, en condiciones normales, en un autobús urbano pueden viajar 50 personas o más, entonces me quejo sin motivo y tendré que admitir que el autobús de marras iba medio vacío.

Claro que cuando te mueves por la ciudad en coche oficial y con conductor, es difícil saber de lo que estoy hablando ¿no les parece?

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