Opinión

Cirugía a distancia

Que te operen en la Unidad de Cirugía Mayor Ambulatoria (UCMA) es como estudiar en la UNED. Antes de iniciar el curso tienes una primera reunión con el Tutor ...

Que te operen en la Unidad de Cirugía Mayor Ambulatoria (UCMA) es como estudiar en la UNED. Antes de iniciar el curso tienes una primera reunión con el Tutor de la asignatura (cirujano) que, en base a tu historial, te informa de los objetivos que se pretenden conseguir; una segunda reunión con el Equipo Docente (Anestesista y personal de enfermería) que tras practicarte las pruebas de aptitud correspondientes te proporciona la bibliografía básica para la parte teórica (hoja con una serie de instrucciones y recomendaciones que el paciente debe seguir el día antes de la intervención) y material medicamentoso para la parte práctica (un comprimido tranquilizante/relajante que te aconsejan tomar la noche antes para garantizar tu relax máximo).

A partir de ahí el enfermo se prepara a distancia, en su casa, hasta la fecha de la primera convocatoria en la que, en sesión presencial y en ayunas, se examinara (operación) para superar el curso. Tras un reposo postanestésico y postoperatorio de varias horas (después de haber orinado al menos una vez), el alumno/paciente puede abandonar el centro, no sin antes informarle de que en caso de urgencia médica o dudas relacionadas con la intervención tiene a su disposición un horario de tutorías telefónicas que abarca las 24 horas del día.

Para comprobar que progresa adecuadamente, el alumno, sometido a estrecha vigilancia, al día siguiente del alta y en horario de mañana recibe una llamada de la UCMA en su domicilio. Hasta la siguiente convocatoria presencial (revisión por el cirujano) el educando debe continuar su preparación a distancia siguiendo las pautas marcadas por el Equipo Docente (instrucciones al alta de la intervención quirúrgica). Si supera ambas pruebas (operación y revisión) se considerará APTO y habrá aprobado el curso.

¿Cómo sé todo esto? Porque yo estuve allí.

Que la forma de entender la asistencia sanitaria ha cambiado es un hecho. Atrás quedaron los días de vino y rosas presididos por la máxima “la salud no tiene precio”, basada en el incremento continuo de infraestructuras, medios tecnológicos y capital humano. El aumento constante del gasto sanitario y el crecimiento en la demanda de los servicios hace mucho que convirtió en inviable ese modelo.

Para favorecer un crecimiento sostenible del Sistema, que asegurara su pervivencia y garantizara los principios de equidad y gratuidad, el desarrollo sanitario se reorientó en los años noventa hacia la búsqueda del elixir de la sagrada eficiencia en el uso de los recursos existentes, es decir, conseguir una mejor calidad asistencial a un menor coste. Todo ello acompañado de un giro al paciente que, cada vez más informado, exige el respeto a su dignidad como persona y ser parte activa en el proceso de curación y restablecimiento de su salud.

Surgieron nuevos modelos organizativos que, a través de la ambulatorización de los procesos asistenciales, buscaban racionalizar el internamiento clínico. La cirugía ambulatoria (aquella que se realiza con anestesia local, regional o general, no precisa un ingreso hospitalario formal sino, únicamente, un periodo de recuperación postanestésica y de observación postoperatoria en el centro sanitario, inferior a 24 horas, antes del traslado del paciente a su domicilio) ha incrementado la eficiencia en la atención a pacientes susceptibles de intervenciones quirúrgicas que antes eran ingresados en hospitales convencionales.

Métodos anestésicos más avanzados, técnicas quirúrgicas menos traumáticas e invasivas y la mejora del soporte no hospitalario a los pacientes, son factores que han contribuido al considerable desarrollo que esta modalidad asistencial ha conocido en los últimos años.

La intervención quirúrgica de un familiar fue el camino de baldosas blancas que me llevó a una de las denominadas alternativas a la hospitalización convencional (la Unidad de Cirugía Mayor Ambulatoria (UCMA) del C.H. de Toledo, que comenzó a funcionar en 1992) cuya expansión, además de reducir el uso de camas hospitalarias, ha contribuido a disminuir el tiempo de demora y espera quirúrgica. La UCMA está pensada para tratar quirúrgicamente (cirugía general, cirugía plástica, cirugía vascular, ginecología, oftalmología, otorrinolaringología, traumatología y urología) a pacientes con determinadas patologías interfiriendo lo menos posible en su vida y entorno.

Tras implicarme en su funcionamiento, empleando la observación participante, he podido conocer de primera mano el sistema de organización de la UCMA y las formas de relación e interacción entre su personal, los pacientes y los familiares, lo que me ha permitido extraer algunas conclusiones.

El circuito UCMA está sincronizado: llegada al mostrador de admisión/ un auxiliar de enfermería acompaña al paciente y a un acompañante (al que se proporciona una pegatina identificativa) a la planta donde están los quirófanos y la sala de espera de los familiares autorizados/ tras la intervención el cirujano informa al familiar del resultado y de que el paciente se encuentra en la sala de recuperación postanestésica/ traslado del paciente a la zona de readaptación al medio o postoperatoria donde permanecerá, acompañado de un familiar, el tiempo necesario para su recuperación final antes de marcharse a casa. El engranaje, aunque a veces chirría, funciona a la perfección.

¿Qué pieza falla en el sistema?: los familiares, cuyo comportamiento es el único que no está protocolizado. Por cada PACIENTE hay un familiar IMPACIENTE que con sus demandas, palabras, gestos o miradas que desaprueban o cuestionan, generan inquietud en los profesionales. Según aumenta el tiempo de espera, aumenta su agresividad y nivel de exigencia, acrecentando el malestar del personal que, nunca lo olviden, únicamente se limita a realizar su trabajo.

El profesional debe relacionarse con el familiar de manera empática, comprendiendo su nerviosismo e intentando tranquilizarlo. Éste, a su vez, debe entender que por mucho que se salte las indicaciones que se le dan (permanecer en la sala de espera, no obstruir con su presencia los pasillos por donde circulan las camas de los enfermos, hablar a gritos por el móvil, etc.) el paciente no va ser operado antes, el tiempo de espera no va a transcurrir más deprisa y que lo más probable es que con su actitud negativa, en ocasiones casi beligerante, lo único que conseguirá será alterar la calma y el bienestar del resto de personas que, aun experimentando su misma ansiedad ante la incertidumbre, intentan sobrellevar la situación de manera adulta. Por eso, sabedores de que el secreto de la paciencia es estar haciendo otra cosa mientras tanto, tratan de controlar su nerviosismo hojeando una revista, leyendo un libro o wasapeando.

No hay tutía: cuando se tiene que esperar, se tiene que esperar y punto.

Por eso les aconsejo que hagan caso a Horacio: “Lo que no se puede evitar, hay que llevarlo con paciencia”. El hospital, los enfermos y el resto de familiares se lo agradecerán.

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