Opinión

Brooklyn

Irlanda, años 50. La joven Eilis Lacey decide abandonar su país y partir hacia Estados Unidos en busca de un futuro. Así de simple y así de complejo. No hacen ...

Irlanda, años 50. La joven Eilis Lacey decide abandonar su país y partir hacia Estados Unidos en busca de un futuro. Así de simple y así de complejo. No hacen faltan guiones complicados, giros narrativos sorprendentes ni grandes desgracias, para hacerte estremecer y conmoverte hasta la médula.

¡Brooklyn tiene alma!

Bajo esa aparente sencillez esconde la herida que simboliza toda la existencia:

“Llegó con tres heridas: 

la del amor, 

la de la muerte, 

la de la vida.

 

Con tres heridas viene: 

la de la vida, 

la del amor, 

la de la muerte.

 

Con tres heridas yo: 

la de la vida, 

la de la muerte, 

la del amor”.

 

La vida, el amor y la muerte, la fuerza de tres grandes cuestiones que todo lo invaden y determinan. Lo mismo que Miguel Hernández en el poema, para incrementar el valor de esas tres palabras, elimina todo aquello que recarga y adorna, así John Crowley en Brooklyn prescinde de todo lo superfluo que pueda distraer la atención del espectador para hacerle participe de sentimientos que lejos de separarnos nos unen e igualan sin importar nuestro destino o procedencia.

Al igual que en el poema, por la posición que ocupa (lo abre y lo cierra), el amor es la herida con mayor relevancia, también se convierte en la fuerza principal que mueve a la protagonista (una encantadora y tierna Saoirse Ronan merecedora, sin duda, de la nominación al Oscar a la Mejor Actriz 2016).

Brooklyn es, además, la historia de cualquier migrante al que el prefijo e identifica como persona que deja atrás su tierra y tiñe de nostálgica tristeza, mientras que el prefijo in no solo lo transforma en alguien que llega a un lugar extraño para establecerse en él sino que lo recubre del recelo y los prejuicios del país de acogida.

La salida de la patria, la estancia en Nueva York y el regreso de Eilis a su añorada Irlanda, sirven de base al director para expresar las circunstancias más dolorosas y las emociones más íntimas.

La nostalgia por las cosas pasadas, por el tiempo perdido. La experiencia del desarraigo. El sentimiento de no pertenencia. Una vieja canción en gaélico, interpretada a capela por el cantante irlandés Iarla Ó Lionáird, remueve los recuerdos de hombres envejecidos que no pueden evitar derramar por los ojos la añoranza de esa tierra que ya solo existe en su memoria y a la que no volverán porque allí nada ni nadie los espera ya. ¡Pura emoción!

En la búsqueda de un lugar en el mundo, la despedida (de su infancia, de su tierra, de su hermana, de su madre...) es la constante que acompaña a Eilis en ese viaje que es la vida.

Porque el sentimiento es el mismo y las diferencias las fijan los hombres, quiero terminar con un recuerdo para nuestro pasado de migrantes, exiliados, refugiados, desterrados... al que pone voz Rafael Alberti:

 

“Hoy las nubes me trajeron,

volando el mapa de España.

¡Qué pequeño sobre el río,

y qué grande sobre el pasto

la sombra que proyectaba!

 

Se le llenó de caballos

la sombra que proyectaba.

Yo, a caballo, por su sombra

busqué mi pueblo y mi casa.

 

Entré en el patio que un día

fuera una fuente con agua.

Aunque no estaba la fuente,

la fuente siempre sonaba.

Y el agua que no corría

volvió para darme agua”.

 

¡Tan emotivo como esta pequeña gran película!

CARTEL PELICULA Brooklyn

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