Opinión

¡Ave, César!

Hollywood, años cincuenta. La voz del narrador nos introduce en el día a día de Eddie Mannix (un Josh Brolin que con su interpretación convierte a su personaje en la ...

Hollywood, años cincuenta. La voz del narrador nos introduce en el día a día de Eddie Mannix (un Josh Brolin que con su interpretación convierte a su personaje en la única nota de cordura en este despropósito mareante), manitas de las relaciones públicas, experto en desterrar recelos de los grupos de presión, rebajar las ínfulas de grandes directores, alejar paranoias de actores consagrados e insuflar confianza a los nuevos talentos emergentes, debe hacer frente a la desaparición de la estrella principal de la superproducción de romanos en la que se encuentran embarcados los grandes estudios para los que trabaja.

Si, ateniéndonos al diccionario, aceptamos sátira como una composición literaria en la que se critican agudamente las costumbres o vicios de alguien con intención moralizadora, lúdica o meramente burlesca, esta crítica-homenaje de los Cohen (repleta de esos momentos absurdos y sinsentido que parecen estar impresos en sus genes cinematográficos) al Hollywod dorado no podría definirse como tal al haber sido reemplazado el requisito agudamente por el de tediosamente.

Este es el resumen de cómo recibieron ¡Ave, César! los espectadores de la sesión del sábado noche a la cual yo asistí: antes, expectación; durante, una o dos risas desperdigadas, bostezos mal disimulados, ronquidos por parte del señor que se sentaba a mi derecha, y que se pasó toda la película durmiendo; después, suspiros de alivio cuando terminó y exclamaciones de todo tipo que no dejaban dudas sobre el sentir de la sala.

Si vamos por partes, como diría Jack el Destripador, tengo que admitir que en ¡Ave, César! hay cosas graciosas. Por ejemplo, ver como el estirado director a quien da vida Ralph Fiennes tiene que convertir en galán seductor a un joven experto en acrobacias a caballo que no sabe encadenar dos palabras seguidas y que además tiene una voz horrorosa. O la escena en la que Mannix convoca un conclave con dignatarios de las confesiones más importantes para que den su visto bueno a la visión religiosa que se da en la película que están rodando, mi favorita. Pero que la coreografía de Channing Tatum bailando vestido de marinero me parezca de lo mejorcito, ya es un dato revelador.

En conjunto, la historia resulta aburrida e irritante.

Cuando escribes el guión, diriges, enchufas a tu mujer y juntas a tu pandilla habitual, es fácil desbarrar y acabar haciendo una película disparatada que por muy bien que te lo haya hecho pasar mientras la estabas rodando no necesariamente divertirá a los demás cuando vean el resultado, como así ha sido.

Locos, excéntricos, originales, únicos…eso está bien, pero siempre sin perder la perspectiva de que se hace cine para el público, que al final es quien paga, y no para que uno, bueno en este caso dos, se miren el ombligo.

Entre las películas de los Coen, me decepcionó Muerte entre las flores de la cual había oído hablar mucho y bien; tres las disfruté de veras (El gran Lebowski, No es país para viejos, Valor de ley), otras las odié sin remedio (Crueldad intolerable, ¡O Brother!) y algunas, simplemente, me hicieron pasar el rato (Quemar después de leer, Arizona Baby). Una de las más aclamadas por sus incondicionales, Barton Fink, no la he visto.

A Noah Hawley, creador y principal escritor, le encargaron reinterpretar para la televisión Fargo, obra cumbre de los Coen, y lo hizo, vaya si lo hizo: “Hielo en las calles y en los corazones. Gotas, chorros, regueros de sangre que rompen el blanco impoluto del paisaje de esa Minessota, en apariencia paleta y tranquila, cuyo orden se ve resquebrajado por uno de sus pacíficos habitantes cuyo resentimiento, alimentado durante años y años de humillaciones, erupciona violentamente en un día de furia, cambiando el curso de la historia de otro pueblecito más de la América profunda (…) Fargo es muerte y nieve, pero también poesía”.

¡Una de las mejores series que he visto en mi vida!

Pero esa es otra historia que no redime a la que nos ocupa.

cartel pelicula

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