Opinión

As bestas

Sinopsis:

«Antoine y Olga son una pareja francesa que se instaló hace tiempo en una aldea del interior de Galicia. Allí llevan una vida tranquila, aunque su convivencia con los lugareños no es tan idílica como desearían. Un conflicto con sus vecinos, los hermanos Anta, hará que la tensión crezca en la aldea hasta alcanzar un punto de no retorno».

Gracias al Festival del Cine y la Palabra (@FestivalCIBRA), muestra cinematográfica y literaria celebrada anualmente en Toledo, el pasado martes 8 de noviembre tuve el privilegio de asistir al preestreno de As Bestas de Rodrigo Sorogoyen, director a quien admiro desde hace tiempo.

El Teatro de Rojas lleno, y Felipe Hernández Ponos (director durante 30 años del cine club municipal) presentando con voz ahogada (desconozco si por cuestiones físicas o embargado por la emoción de volver a estar ante ese público que, con su fidelidad, ha convertido esta actividad en un referente cultural de la ciudad), As bestas de Rodrigo Sorogoyen.

No soy habitual del cine club, lo confieso. Cuando he asistido a alguna de las proyecciones, ha sido porque era un importante estreno o porque me gustaba mucho algún actor o director, o se trataba de una película de la cual había oído hablar elogiosamente y no era posible ver en salas comerciales.

Puede que, precisamente por no ser fija, me molestan esas presentaciones donde, semblanza del director aparte, el presentador nos conmina a fijarnos en ese o aquel plano secuencia, o nos previene contra alguna escena de dureza extrema.

En este caso concreto, Felipe hablo de que As bestas de Sorogoyen tenía trazas de Perros de paja de Sam Peckinpah, pero, en mi opinión, la semejanza no va más allá del hecho de que ambas son películas que respiran violencia, ya que, mientras que la de Peckinpah es más más explícita, más física, la de Sorogoyen es más psicológica. En ambas cintas hay asesinatos salvajes, sí, pero víctimas y verdugos juegan en diferentes bandos.

Hecha esta pequeña apreciación, vamos con As Bestas.

Al salir de la proyección, te preguntaban si querías valorar la película y yo, que necesitaba pensar en ella, porque no tenía claro si me había convencido del todo, en una escala del 1 al 5, pulsé el 3.

¿En contra? Hubo momentos en que se me hizo larga.

También alguna que otra escena (como el hecho de que las mujeres de las dos familias en conflicto, por el mero hecho de ser mujeres, planteasen la posibilidad de sobreponerse a la tragedia y apoyarse en la desgracia) que no me creí. No sé si en otros países será tan fácil, pero aquí no. Nuestra historia está repleta de crímenes y venganzas que han arrastrado a familias enteras de generación en generación, sin posibilidad de redención ni perdón. Mucho menos si hay dinero por medio.

A favor. Narrar la historia como si de un wéstern rural se tratara.

Dado que, aunque creo que se ha rodado en El Bierzo, la historia transcurre en una aldea perdida de Galicia, no han sido pocas las voces galegas que han protestado contra esta historia alegando que, mientras presenta al matrimonio francés como soñadores, ecologistas, educados y luchadores, el otro bando, esto es los hermanos Anta, parecen dos cromañones recién salidos de la caverna.

De hecho, un periódico gallego se quejaba de que As bestas es «una mirada sobre la Galicia profunda que responde a cánones de una sociedad tan primaria que se aleja de cualquier concepto de pre-civilización». Por eso, «mientras la lengua gallega de los asesinos es de una sobreactuación mucho más que patibularia, el buen vecino que apoya al matrimonio galo se expresa en un perfectísimo castellano mesetario».

Y tienen razón, es tal y como dicen.

Pero, en mi opinión, el uso del gallego por parte de los hermanos, especialmente de Xan (impresionante Luis Zahera), el tono sombrío y bajo con el que escupe las palabras, y la proliferación de esos tacos que, pronunciados en la musical lengua gallega, casi resultan poéticos, es una declaración de intenciones.

Una reivindicación del terruño, de lo propio. Una protesta contra extraños, llegados de otros lugares, que, ansiosos por disfrutar la idílica vida pastoril, te tratan de convencer de la suerte que tú, un zalapastran de manual, tienes, aunque tu espalda, tu mugre y tu agotamiento, te haga gritar a los cuatro vientos algo así como: “¡Vete á merda francés y non me toques as pelotas! ¿Dónde carallo está esa suerte?”.

Lo mejor de As bestas es el duelo en la cantina. Es ahí donde se comprueba que el bueno, como suele suceder, no lo es tanto y que su burla de las aspiraciones y sueños de los lugareños, rezuma tanta crueldad como el acoso al que éstos someten al matrimonio galo.

¡En esa escena Luis Zahera se sale!

Aunque considero que su mejor película sigue siendo Que Dios nos perdone, en As bestas, Sorogoyen nos recuerda que, si se dan las circunstancias necesarias, cualquier persona puede realizar un acto de maldad del que nunca se hubieran creído capaz.

Por eso, ver esta película hiere.

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