Opinión

Un perro es un perro

La ley de protección, derechos y bienestar de los animales que se está tramitando en el Congreso, que está encallada en el Congreso más bien, no evitará que buena parte de los cachorros que se regalan en estas fechas acaben, no bien se descubra que no se trata de muñecos, tirados por ahí. Una ley por sí sola no cambia las conductas, y menos si carece de los recursos necesarios para imponerse a ellas y de una potente campaña educativa, pedagógica, mediante la cual el conjunto de la ciudadanía reconozca, comprenda y defienda la necesidad de esa ley.

La prometida ley animalista está tropezando, en su génesis, con la diferente manera de ver las cosas de los socios del Gobierno, y no digamos con la diferente manera de ver a los animales. Dejando fuera de la protección de esa ley a los llamados perros de caza, que no es que hayan hecho la carrera cinegética por gusto, sino que han sido modificados, adiestrados y obligados a servir al cazador en sus letales desempeños, el PSOE parece pensar más en los escopeteros (cerca de un millón de licencias en España) y en los beneficios económicos de la industria generada en torno a su actividad, que en los animales que utilizan, llegando, por ello, a considerar que esos pobres galgos, lebreles y podencos no son exactamente perros, en tanto que Podemos sostiene, con mejor juicio, que no solo son tan perros como los demás, sino que precisan de una mayor y más vigilante protección por la mala vida, y tan a menudo la mala muerte, que se les da.

Diríase que con esa ley, el PSOE se conforma con que la gente no tenga cocodrilos, hurones o agapornis en casa, y que los que sí tengan, perros y gatos sobre todo, los tenga en condiciones, pero la indelicadeza en el trato, cuando no la brutalidad, que los seres humanos españoles han dispensado tradicionalmente a los seres españoles de otras razas, requeriría una mayor ambición legislativa.

Los "perros de caza" son perros tan perros como puede serlo el caniche al que llevan a la peluquería canina todas las semanas, pero el suplicio de estos, con ser mucho, no es tanto como el de aquellos, y eso por no hablar de la triste situación de tantos équidos explotados o, desde luego, de los cientos de miles de "piezas de caza mayor" o de las más de 20 millones de "caza menor" abatidas porque sí cada temporada.

Si se decide, bien que con un insufrible retraso, proteger, reconocer los derechos y velar por el bienestar de los animales, que son, por cierto, bastante mejores que nosotros en todos los aspectos, hágase una buena ley que los ampare a todos y dótesela de los recursos necesarios para su cumplimiento. Por desgracia, aún nos movemos en un estadio muy inferior, en el de no saber siquiera que un perro es un perro.

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