Nueva York despierta
Que el nuevo alcalde de Nueva York, Zohran Mamdani, haya nacido en Uganda no podía hacer mucha gracia al déspota iletrado que atiende al nombre de Donald Trump. Tampoco sus orígenes: su padre, indio de cuna criado en Uganda, su madre, india también, y sus abuelos paternos, nacidos en Tanzania. Todos ellos, como el propio Zohran, inmigrantes, pero lo que termina de sacar de quicio al destructor de la Casa Blanca y de cualquier asomo de civilidad y cordura en su país es que el padre sea un académico, y su madre una cineasta de prestigio. Eso, la inteligencia, la cultura, las luces, le matan.
Nueva York se ha puesto las pilas y se ha rebelado contra el trumpismo erradicador de su misma esencia, la inmigración precisamente, que no otra cosa que inmigrantes son todos y cada uno de los neoyorquinos, incluido el propio Trump, cuya parentela llegó allí algún día y probablemente sin papeles. La ciudad que inspiró a nuestro Federico García Lorca su poemario más deslumbrador y más salvaje, ha acudido a votar como nunca lo había hecho, masivamente, para salir al paso del tipo de color externo naranja e interior oscuro que podría acabar, y ganas tiene, con esa manía de votar a alguien que no sea él. Nueva York se ha espabilado y ha encargado a Zohran Mamdani la misión de mantenerla despierta para orientarse en la niebla.
El nuevo alcalde de esa Nueva York despertada no podía ser sino la némesis de Trump: joven, alegre, culto, musulmán y socialdemócrata. Las calles de la ciudad le han reconocido como uno de los suyos, y su mensaje de concordia y pluralidad, de justicia social, de bienestar para la mayoría y de atar corto a los plutócratas evasores de impuestos y a los caseros desalmados, ha calado en la ciudad que ha apostado por soñar con ser, contra lo que Trump pretende, capital de un mundo civilizado.
Nueva York se ha sacudido en éstas elecciones el estupor, como también Virginia y Nueva Jersey, y lanza un mensaje de supervivencia democrática y de dignidad al resto de la nación.