Opinión

Las meriendas de Ayuso

Diríase que lo que más preocupa a Núñez Feijóo es que le pase lo mismo que a su predecesor a los mandos del PP: que se lo meriende Ayuso. Sin embargo, no debería preocuparle esa posibilidad: ya se lo ha merendado.

El simple hecho de no haber llamado al orden a la presidenta de la Comunidad de Madrid por las últimas burradas trumpianas que ha dicho, que han escandalizado hasta a Vox, le sitúan ya en el interior de su estómago insaciable. Antes de eso, su fabricada imagen de moderación ya venía dando síntomas de decaimiento, pues sus actos, alguno tan adverso a los mandatos constitucionales como el del sabotaje a la renovación del Consejo General del Poder Judicial, la desmentían, pero su silencio ante las enormidades vertidas por Ayuso para desviar la atención de su espantosa gestión de la Sanidad Pública madrileña, enormidades que atentan gravemente contra la razón y el decoro político, deja los restos de esa imagen hechos unos zorros, pues, como se sabe, el que calla, otorga.

Ahora bien; hay algo que rivaliza con el silencio de Feijóo en lo tocante al desdén por la higiene democrática: sus palabras. Las emitidas en su gira americana, poniendo a parir al Gobierno de la Nación y pintando un escenario apocalíptico si los partidos que lo sustentan legítimamente tornaran a formar mayoría parlamentaria en las próximas elecciones generales, compite, si es que no los supera, con los mensajes ultras de Isabel Díaz Ayuso. Ésta, discípula aventajada de Esperanza Aguirre, difiere de la maestra en su relación con las meriendas. La condesa consorte de Bornos se las suprimió a los pacientes del hospital La Paz, en tanto que su epígona no lleva trazas de querer suprimirse ninguna.

Ayuso, en efecto, ama la merienda. Descubrió sus beneficios (para ella) cuando se zampó una tarde a Pablo Casado, aquél chico algo desnortado que hacía campañas electorales visitando vacas. Le sentó tan bien el piscolabis, se quedó tan pancha tras la colación, se sintió tan satisfecha y poderosa, que en el PP debieron cogerle miedo, pues desde entonces parece que la aspiración a éxitos electorales futuros pasa por seguir obedientemente su estela.

Por todo ello, la presidenta a la que la tal Anitta perreó por creer que lo era de un grupo de Facebook, no es que se pueda merendar también a Feijóo, sino que anda ya haciendo la digestión de la merienda.

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