Opinión

La Partida de la Porra

Para ser anti algo se necesita, cuando menos, saber de qué va ese algo. Por eso, no podría calificarse a la actual derecha tripartita, agavillada ideológicamente en torno a Vox, de antidemocrática. De ademocrática, sí.

Con su conducta ante la perspectiva de la formación de un gobierno liderado por el partido que ganó contundentemente las elecciones, y luego en la propia sesión de investidura en el Congreso, esa derecha, lejos de constituirse en oposición parlamentaria cual las reglas de la democracia dictan y el debido control crítico al Ejecutivo requiere, ha optado por convertirse en una especie de “Partida de la Porra” que, prescindiendo de todo sustento racional, resigna en el incivismo, en la violencia verbal, en la amenaza, en la marrullería y en la calumnia el grueso, si no el total, de su acción política.

Cuando la atomización del voto ciudadano, que ha dispuesto un Congreso heteróclito con presencia de unos veinte partidos, desvela una mayor necesidad de debate plural, libre y sereno, pues todos y cada uno de ellos representan una parte del pueblo español que interactúa y convive con las otras, he aquí que los partidos de la derecha abandonan la representación del electorado conservador demócrata y civilizado y se envuelven, creyendo que lo hacen en la bandera de España, en el sudario del más ominoso pasado.

No hace falta recordar, pues ahí está la historia para quien desee conocerla, el carácter cerril de la reacción de las derechas de antaño ante sus derrotas electorales y las trágicas consecuencias que ese su ademocratismo ha tenido para la nación. Tampoco hace falta recordar, por reciente y presente, lo que va ocurriendo en el curso de la epifanía del nuevo Gobierno de coalición de izquierda, esto es, el asilvestrado comportamiento de unas bancadas diestras incapaces de asimilar la frustración, y menos aún de asimilar el decoro y la educación que la ciudadanía espera de sus representantes en el sagrado recinto de la soberanía popular.

El casi empate (167 a 165) en la correlación de fuerzas del Congreso es engañosa si se presume la conformidad de todos los votantes conservadores con la actuación grosera, irracional y desatentada de quienes dicen representarles. No siendo, en verdad, el refinamiento y la buena educación nuestro fuerte, los españoles no somos hoy, ni los rojos ni los azules, tan bárbaros, tan incivilizados, como esos que han montado de nuevo en el Congreso la “Partida de la Porra” y que pretenden trasladar su violencia y su acrimonia al entorno, más sensato e indulgente pese a todo, de la sociedad.

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