Opinión

Feijóo culpa al diablo

Vox solo dispone de una vía para imponer sus postulados: el PP. No es raro, pues, que pretenda utilizarla. Otra cosa es que el PP se deje o no se deje, y ahí radica la clave de lo que sucede en el gobierno regional de Castilla y León, donde no se sabe bien si el infame protocolo anti-abortista ideado por García Gallardo, ese vicepresidente que no tiene nada que hacer salvo sabotear la armoniosa convivencia en su comunidad, forma parte del "pacto secreto" entre el PP y Vox que permitió a Mañueco conservar la presidencia, o si, por el contrario y como sugiere Feijóo, no es más que una travesura que al chico se le ha ocurrido hacer en un momento particularmente inspirado.

Sí se sabe con certeza, en cambio, que el consenso en la sociedad española sobre la ley que regula la interrupción del embarazo y garantiza ese derecho es abrumadoramente mayoritaria, y ello pese al recurso del PP que duerme desde hace 13 años en los cajones del Tribunal Constitucional, que lo ha dejado dormir, sin duda, por existir ese general consenso precisamente. Para un consenso que hay, viene ahora Vox a intentar dinamitarlo, lo cual tampoco debería extrañar gran cosa, pues de eso va, de dinamitero de los consensos democráticos más básicos, ese partido tan adalid de lo obsolescente. Ahora bien; una cosa es eso, y otra, muy distinta y muy peligrosa, que el Partido Popular conceda en ser esa vía de intrusión destructiva de Vox a cambio de asegurarse el poder aquí y allá, y se apunte, como cooperador necesario, al bombardeo.

Se dice que Feijóo, en cuya mano está trazar los límites, las líneas rojas, de la coyunda de su partido con el de Abascal, que los traza de manera ambigua, imprecisa, y que anda respondiendo a la gallega a las preguntas que se le hacen sobre el particular. Ambiguo es, impreciso también y deliberadamente, pero lo de a la gallega no le cuadra, pues los gallegos, la mayoría, no son así, y sus respuestas a las cuestiones que se les plantean en sus vidas son tan unívocas como puedan serlo las de los aragoneses, los extremeños o los ceutíes. Lo que le pasa a Feijóo es que prefiere salirse por la tangente y culpar a Pedro Sánchez, que para eso es el diablo en persona.

Vox, sin el PP, sin esa vía de acceso a la gobernación de territorios, es nada. Con ella, y sin límites como en el caso del ominoso protocolo, mucho más de lo que una España democrática se puede permitir.

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