Deconstrucción en las duchas

Desde enero llevaba la Ertzaintza investigando las denuncias sobre posibles agresiones sexuales a menores en el campamento de Bernedo, pero, por lo visto, investigaba poco, toda vez que el susodicho siguió con sus actividades durante el verano (perdón por el retruécano) tan campante. Tan campante y tan erre que erre en sus inquietantes prácticas doctrinales con los adolescentes a su cargo, que salieron de allí preguntándose si lo que habían visto allí lo habían vivido o lo habían soñado.

Como se sabe, el tal campamento, regido por Sarrea Euskal Udaleku Elkartea, una entidad privada, se orienta en la estela de los llamados "valores transfeministas", cosa que de haberla sabido antes los padres de los muchachos, habría dado igual, pues no es probable que dilucidaran qué se esconde tras la jerga con que los organizadores describen los dichos valores. Ahora, tras conocer el relato de los chicos, de las chicas sobre todo, de los pormenores de su estadía en ese campamento de verano, ya han podido hacerse una idea: "el espacio para normalizar los cuerpos", para "deconstruir la sexualización" y "superar la lógica binaria" eran las duchas donde se "animaba" a los chicos y a las chicas de entre 13 y 15 años a ducharse juntos en pelotas.

Pero en esto de cifrar en la desnudez indiscriminada la normalización, la deconstrucción y la superación, los monitores predicaban, al parecer, con el ejemplo, que no sólo se mostraban proclives a sumarse a las duchas tumultuarias en cueros, sino que deambulaban por las cocinas, según testimonio de las chicas afectadas, "en tetas", o por cualquier sitio en "deshabillés" impensables. Luego, lo de tener que chupar el dedo gordo del pie a un monitor para que les dieran la merienda, o privarles de comunicación con el exterior, sería para conseguir la "normalización" plena. Alguien ha descrito ese campamento como "una especie de kibutz euskaldun con pizquitas de secta Davidiana".

Si inaceptable es el adoctrinamiento de los menores en los arcanos de lo que sea, una ideología, una religión, un imaginario, menos lo son las violencias morales y físicas que dichos adoctrinamientos suelen llevar aparejados, pero éste caso contiene un plus de perversidad, el de alimentar la transfobia con esas aberrantes chaladuras, como si la transfobia, tan del gusto de la ultraderecha, no estuviera ya tan engordada. Por lo demás, dejen a los adolescentes normalizarse por sus pasos y superar, o no, lo que les dé la gana.