Opinión

Casado es poco Garamendi

Despojar a la Reforma Laboral del PP de cuanto desequilibraba la relación entre empleados y empleadores por conceder a éstos todo el poder en dicha relación y ninguno a aquellos, no sólo es digno de celebración por acercar un poco la equidad, el decoro y la justicia al mundo del trabajo, sino también por el insólito hecho de que la contra-reforma que se propone desbrozar la maleza haya contado con el acuerdo y el compromiso de la parte beneficiada por aquella Reforma, la patronal.

Lo singular de caso, más que el éxito de las negociaciones entre los agentes sociales, que ya es singular, es que esa parte supuestamente beneficiada por el cheque en blanco de Rajoy, ha reparado en que se trataba, a la larga, de un cheque sin fondos, pues el atropello de los más elementales derechos de los trabajadores no puede conducir, según nos enseña la Historia, sino al conflicto, al enconamiento social y a la ruina.

Es cierto que ambas partes han tenido que ceder en aspectos muy sensibles para ellas, y, seguramente, más los sindicatos, que han de tragarse el sapo de la "flexibilidad" y del despido con 20 días de indemnización, aunque los empresarios, por su parte, han de olvidarse de los convenios mediante el tramposo y falaz "tú a tú" con sus trabajadores y han de someterse al dictámen de los convenios sectoriales, pero también es verdad que la común determinación de actores tan disímiles, y en España tradicionalmente antagónicos, en llegar a un acuerdo siquiera de mínimos, ha sentado un precedente que ojalá sea eso, un precedente al que sigan todos los acuerdos que quedan por acordar en nuestro país, desde la elección de una puñetera vez de los nuevos miembros del CGPJ, hasta una Ley de Educación potente y perdurable, no sujeta a los sirocos sectarios.

Lamentablemente, Casado no es Garamendi. Es más; Casado vive en un mundo pre-Garamendi, y por eso le faltó tiempo para expresar su aborrecimiento de la reforma de la Reforma y su decisión de votar en contra de ella en el Congreso. A Garamendi ya le hicieron llorar, literalmente llorar, los Casados del empresariado al ver que el hombre apostaba por el diálogo y por la cordial relación con Yolanda Díaz, la ministra de Trabajo (¡¡ comunista !!) que ha llevado con tan buena y paciente mano las negociaciones en nombre del Gobierno. Así, el frágil líder del Partido Popular, que se ha inventado lo de Castilla y León para ver si gana algo con lo que enfrentarse a Ayuso sin temblor de piernas, quiere regresar a España, a sus trabajadores y a sus empresarios, a los tiempos de la ominosa y afortunadamente extinta Reforma Laboral de Rajoy.

Garamendii es un hombre moderno, con sus cosas pero moderno. Casado, no.

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