La proyección de los escándalos

Como saben la mayoría de quienes se han ocupado de una corresponsalía, en Europa o en Estados Unidos, encontrar una noticia en los periódicos, referida a España, es bastante difícil. Digo "los periódicos", porque siguen siendo el medio de mayor prestigio, con todo respeto a los demás, en los que también trabajo y colaboro.

A veces, he pasado periodos nada vacacionales en Londres, París, o Nueva York, y he constatado que, de no ser por alguna noticia deportiva, el nombre de España no suele aparecer. Eso, en sí, no es malo, porque como recuerdan algunos analistas políticos vivir en un país aburrido, como Suiza, no es nada negativo.

Últimamente, en cambio, el nombre de España suele aparecer en el Financial Times, Le Monde, The Guardian, The Washington Post, The Economist o The Frankfurten Allgemeine. Y no es por los triunfos de Alcaraz, o por las vicisitudes del Real Madrid y el Barcelona, sino por las vicisitudes de Pedro I, El Mentiroso, conocido en la prensa extranjera como Pedro Sánchez. Comenzó con lo que un corresponsal denominó "episodio de telenovela", cuando el presidente del Gobierno de España se retiró a meditar sobre su continuidad, debido a que el juez Peinado insistía en investigar a su esposa, catedrática bajo palabra de honor.

Mientras un sector del periodismo español acepta la teoría del club de fans de Pedro I, El Mentiroso, y recuerda que todo esto es una campaña para desprestigiar a nuestro presidente de Gobierno, los periódicos de Reino Unido, Francia, Estados Unidos, Alemania, y cualquier diario europeo, resaltan el desprestigio diplomático, social y familiar de quien preside el Consejo de Ministros. Si a ello añadimos los acercamientos a China, y los bandazos de nuestra política exterior -que ya nos va a costar una millonada y la ruina del puerto de La Línea- se explica el vacío de la presencia española en actos representativos de la Unión Europea, y el vacío que se evidencia alrededor de nuestros gobernantes.

Si eso sólo fuera perjudicial para Pedro I, El Mentiroso, mi aflicción sería bastante relativa. Pero lo del puerto de la Línea es sólo un síntoma de lo que puede suceder de aquí en adelante.