Opinión

Paralelismos nada extraños

En el Evangelio del Buen Secesionista (EBS), el bálsamo de Fierabrás que soluciona todos los problemas individuales y colectivos es la independencia. A partir de ahí el pueblo será feliz, los sosos contarán los chistes con gracia, los torpes de cerebro poseerán inteligencias asombrosas, los desafortunados en lides amorosas serán correspondidos, etcétera, etcétera.

En el Evangelio del Buen Republicano (EBR) sucede algo semejante, y todo cofrade sabe, con absoluta seguridad, que quitando la monarquía e instaurando una república, en España desaparecerán los parados, no habrá problemas en adquirir viviendas a precios asequibles, los torpes en expresarse se convertirán en oradores excepcionales, a nadie se le caerá el pelo antes de tiempo y los virus -presentes o futuros- retrocederán al enterarse (por medio del periódico que leen a diario los virus) de que en una república no tienen nada que hacer, porque un republicano jamás puede ser atacado por un virus.

Ha bastado que salgan a la luz las probables torpezas de Juan Carlos I para que los seguidores del EBR, todavía en número escaso, hayan salido para reivindicar con una nostalgia imposible -porque no la conocieron- la vuelta de la II República, de la que un republicano inteligente, como José Ortega y Gasset, le incitara a declarar: "No es esto, no es esto", ante la deriva ideológica comunista que convirtió la vida cotidiana en un desastre, y que propició la brutalidad de un golpe de estado y una guerra civil.

Uno de los más reivindicativos es el vicepresidente del Gobierno, el comunista "vintage" disfrazado de populista, y que muestra su embudo de dos usos en la manera de convertir en culpable a una persona ejemplar como es el rey Felipe VI, descargando sobre él las acciones de su padre, mientras se muestra enfadado y dispuesto a acudir a los tribunales, cuando alguien menciona, informa o recuerda, que el padre del vicepresidente militó en una organización que admitía y practicaba la violencia terrorista.

Y todo esto sucede mientras un problema de salud está aplastando al país y una crisis económica se cierne sobre toda Europa, siendo España una de las víctimas más graves. Pero no se preocupen, ya están aquí el puñado de siempre, que todo lo arreglarán poniéndole una franja morada a la bandera.

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