Opinión

Obligadas a desnudarse

Todos los días las obligan a desnudarse. Pero no solo una vez. La orden debe cumplimentarse tres veces al día, sin horario, y a capricho de sus carceleros. Las sacan de las celdas y las obligan a que se quiten la ropa. Avergonzadas, humilladas, soportan los comentarios soeces de los carceleros sobre sus cuerpos, y no pueden evitar algún miserable tocamiento. Sí, están en prisión. No han matado a nadie, no han robado, no han estafado, no han causado daño ni a las personas ni a los edificios. Pero han salido a la calle a protestar contra el tirano que manda en Nicaragua como un sátrapa, como un bestial amo de la Edad Media, y que es conocido como Daniel Ortega. La ONU ya ha dictaminado que se tortura, que se asesina y que se encarcela a las personas por opinar y defender ideas contrarias al sanguinario tirano de izquierdas, que ya lleva 300 vidas suprimidas en aras de su revolución fracasada.

No sabemos lo que opina sobre esta situación el líder del comunismo extremista en España, Pablo Iglesias. No suele hablar de Nicaragua. Pero, si alguien tiene curiosidad, la embajada de Nicaragua en España está situada en Madrid, paseo de la Castellana, 127, 1º B. El embajador se llama Carlos Midence y, si lograran hablar con él, negaría lo que les cuento, y que lo ha narrado, porque lo ha vivido, la joven estudiante Amaya Coppens y el periodista Daniel Lozano.

Amaya Coppens salió en libertad, y recorrió Europa, y denunció en todos los países los abusos crueles de la dictadura comunista de Daniel Ortega. Y volvió a su país, porque coraje y valentía no le falta. De momento, está sometida a arresto domiciliario y no puede salir de casa. Es fuerte y se expone a que la vuelvan a encarcelar. Y volverá a tener que desnudarse tres veces al día para solaz de los carceleros. Por cierto, los movimientos feministas españoles, tan suspicaces ante un simple piropo, no han debido enterarse de esta sevicia repugnante.

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