Opinión

Miradas

Dentro de muy poco, sobre todo en las grandes empresas, habrá que crear un Cuerpo de Inspectores de Miradas para evitar el acoso de las mujeres por parte de los machos. Según el protocolo que lleva adelante el Ministerio de Igualdad, del que está al frente Irene Montero -esa fina intelectual, que ha descubierto el heteropatriarcado- las miradas pueden ser objeto de acusación por acoso laboral. Ninguna empresa, excepto la ONCE, puede quedar excluida de este celo, que a mí me parece admirable, aunque me cueste mucho dilucidar qué mirada es impúdica, irónica, alegre, triste, inquisitoria, mediopensionista o indiferente.

Más aún, desde que se impuso el uso de la mascarilla, a mí, particularmente, y a casi todas las personas con las que me relaciono, nos resulta bastante difícil conocer por la mirada si nuestro interlocutor sigue con interés lo que le estamos diciendo, siente un aburrimiento desolador, o incluso le divierte.

Estamos hablando de sentimientos básicos, como el interés o el aburrimiento, pero ya tratar de saber si una mirada es impúdica o no, me parece fuera del alcance de los conocimientos fisiognómicos, psíquicos y físicos que manejamos. Como, además, el sentido de la mirada cambia en décimas de segundo ¿cómo es posible captar y determinar que una mirada es impúdica? Aun contando con cámaras que registren los movimientos y las miradas dentro de la empresa ¿alguien puede determinar si una mirada es impúdica o no? Aparte de Irene Montero, claro, que si ha apadrinado lo que a los ignorantes nos parece una solemne tontería contemporánea, será porque tiene profundos conocimientos para llegar a probarlo.

"Por una mirada un mundo, por una sonrisa un cielo..." decía Bécquer, que seguramente en el Ministerio de Igualdad estará clasificado como un acosador. Pues, ahora, por una mirada igual viene una multa o un despido.

Al futuro Cuerpo de Inspectores de Miradas le espera una prolija y difícil labor. A no ser que esa mayoría indocta formada por los que pensamos que se trata de una hipérbole de la melonada, tengamos razón.

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