Discreción alemana
Hay que reconocer que la capacidad de compostura de un inglés sólo es comparable a la contención natural, y sin esfuerzos, de un germano. Sin embargo, a pesar de ser algo evidente, hay que constatar la sobriedad desplegada por el canciller alemán, Friedrich Merz, en su encuentro con Pedro I, El Mentiroso.
Cuando, en el momento preocupante que vive Europa, el alemán escuchó que uno de los asuntos a tratar por el presidente del Gobierno de España, era la incorporación obligatoria del idioma catalán en en Parlamento y en la Administración de la Unión Europea, no hay noticia siquiera de que parpadeara, ni mucho menos de que se le dibujara en el rostro una expresión de sorpresa. Sucede algo así con Giorgia Meloni, tan temperamental como mediterránea, e igual tenemos un disgusto médico por el ataque de risa que le habría provocado.
Parece mentira que una persona, tan soberbia y egocéntrica como nuestro presidente del Gobierno, tenga que pasar por el ridículo de parecer algo necio para contentar a los separatistas, que le mantienen en el poder. En estos momentos, el canciller alemán es uno de los personajes más importantes de la Unión Europea, en uno de sus momentos más difíciles. Y es que hay cuatro factores que, unidos y sumados, definen una situación complicada: a) la invasión brutal de Ucrania por parte de Rusia; b) la reclamación justa de Trump, sobre la falta de inversión en Defensa de la UE, como si la OTAN fuera cosa de EE.UU; c) el arbitrario rompimiento de Trump de la libertad de mercado, con los aranceles, y c) la enorme deuda que acumulan todos los países de la UE, y que, unido a la falta de competitividad en las tecnologías digitales, nos sitúa detrás de Estados Unidos, China y Rusia.
Es decir, cuando en Francia -y otros países- se plantean que van a tener que congelar las pensiones, y rebajar las asistencias sociales para evitar ir hacia el descalabro económico, llega nuestro presidente y plantea una cuestión en la que, nada más despertarse, todos los políticos de los países relevantes de la Unión Europea, piensan enseguida: incluir el catalán y su correspondiente ejército de traductores, en la Unión Europea. Nuestro prestigio internacional no deja de crecer. En Estados Unidos, al enterarse de los más de 70 viajes a Venezuela, pagados por Maduro al conocido intermediario Rodriguez Zapatero, están a punto de evitar que vuelva a entrar a Estados Unidos. Además, negociamos con un mediador salvadoreño, en Bélgica, para hablar con un prófugo de la Justicia. Y llega el canciller alemán y le hablan del catalán. Me imagino lo que les comentará a su compañeros del partido de centro derecha, que también dirige, algo así como el PP de Alemania.