Opinión

Coser y cantar

Mi hijo Tíndaro, con el que incluso escribo cuentos y libros al alimón, fue alumno de un colegio tan europeo que le enseñaron a coser. Gracias a esa iniciativa de auténtica igualdad -y no las tonterías de criminalizar los piropos- cuando se marcha de viaje y se le cae un botón de la camisa, no tiene que acudir a la recepción del hotel, suplicando la presencia de una costurera.

Ignoro a qué colegio acudió Roger Torrent, en Sarriá de Ter, pero en su discurso de estreno como presidente del Parlamento de Cataluña habló de coser, con esa convicción del que sabe lo que es un curso de corte y confección. El señor Torrent es un arquetipo de la nueva clase política española: inscripción en las juventudes de un partido nada más cumplir la mayoría de edad, concejal a los 20 años, alcalde antes de los treinta, y de ahí, diputado provincial, pasa a diputado autonómico y, hoy, antes de cumplir los cuarenta, presidente del Parlamento.

Seguro que su gran inteligencia y preparación le hubieran servido para hacer una carrera similar en el sector privado, pero nunca se tuvo que someter a una entrevista de trabajo, y siempre cobró de la Administración. Claro que su falta de experiencia en la vida real se puede suplir con las habilidades a desarrollar dentro de los partidos, donde la prudencia y la osadía, el halago y el ataque personal, confirman el triunfo o el fracaso de un político.

Su metáfora del cosido es adecuada, pero como no sé si llegó a recibir las clases prácticas que recibió mi hijo, y habla de oídas, esto no va a ser coser y cantar, porque el desgarro del tejido social es tan brutal y tan extenso, tan difícil de restaurar por el daño de la rotura, que habrá que intentar coser, pero de ninguna manera va a ser esta una tarea de coser y cantar.

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