Opinión

Vuelve el futuro

Algunos, en un momento de euforia progresista bastante injustificada, dimos por hecho que el padre Astete no volvería. Nos equivocamos. Por lo menos en lo que se refiere a España y a cierto sector de nuestra clase política que ve al diablo en todos sus insomnios.

Si duermen mal es porque el diablo ronda, como antes se malograban las cosechas por acción de las brujas, esos seres alados que nunca duermen.

Tienen más miedo a esos diablillos que ellos ven en sus pesadillas, que al Tribunal Supremo que duerme el sueño de los justos.

Así como sería aventurado asegurar que Ayuso nunca ha leído a Voltaire (tan saludable de cara a las creencias irracionales), ni al padre Feijoo (tan católico como leído), ni tampoco el “Diccionario del diablo” de Ambrose Bierce (tan digestivo y laxante), es menos arriesgado adivinar a qué edad mental van dirigidos sus mensajes, simples y de una pieza.

¿Coinciden en esa edad mental, emisora y receptores de tales mensajes? Ustedes mismos.

Aún así y a pesar de su simpleza constituyen toda una paradoja de la estrategia electoral, dado que sólo pueden votar aquellos ciudadanos que han alcanzado la mayoría de edad y con ella el uso de razón.

Aunque no alcanzamos a vislumbrar una explicación satisfactoria de esta estrategia tan sorprendente (recurrir a la idiotez como arma de combate intelectual), sí que puede tener fuerza como descripción del contexto:

¡Es lo que hay! ¡Este es el nivel!

Y hay que aprovecharse de un nivel tan ínfimo porque en el país de los ciegos el tuerto es rey, recomiendan los estrategas generales de las derechas unidas.

Un nivel que está claro que triunfa y se propaga como el fuego en este escenario distópico, reseco y ardiente, que nos hace añorar un pasado con más luces y un poco más frío.

¿Quién nos lo iba a decir?

Ayuso pertenece a la escuela populista de Trump, que prende el fuego y esconde la mecha, una escuela que triunfa y engaña durante un tiempo antes de acabar en desastre. Cuando quieran darse cuenta los engañados, será demasiado tarde.

Negacionista como Trump y Bolsonaro, arroja en ese ámbito unas consecuencias muy parecidas, poco sanas para los muertos.

Recientemente, esta estratega de los mensajes idiotas pero rotundos (la insensatez si se dice con seguridad, cala y cuela) ha venido a decir, casi como recién salida de una catequesis del padre Astete (que dicho sea de paso destetar destetaba muy mal … lo hace mejor Voltaire), que Pablo Iglesias es el “mal” absoluto. Es decir, el mal arcaico y tradicional de nuestros cuentos de vieja: con cuernos, rabo y tridente.

¿Se le habrá aparecido en una pesadilla y aún no ha despertado?

Se sobreentiende por extensión que Podemos es una cofradía de diablos conjurados para hilvanar en un descampado una danza bajo la luna llena, al son de caramillos paganos.

La entrevistadora a la que hizo esa afirmación sorprendente sobre el mal absoluto, descolocada por tamaña simpleza de la líder, le sugirió que dicha afirmación equivalía a decir que Pablo Iglesias es el mismo demonio. A lo que la sacerdotisa máxima de los bares de Madrid, donde reinan los ángeles luminosos (con dos copas de más hasta sueltan chispas) dio una respuesta ambigua de esas que ni confirman ni desmienten.

Cierto es que con tanta inteligencia artificial como nos distrae de la indigencia mental y moral que avanza; el teletrabajo que camufla el paro y la precariedad laboral; y el consumo online que aparca la ansiedad de fondo; a lo que hay que unir ahora esos ancianos inmortales (salvo pandemia) que se han de “reinventar” y exprimir para ganar de nuevo el pan con el sudor de su frente, si es que les queda algo, ya echábamos al diablo de menos.

Y es que tanto paraíso tecno-financiero, sin duda beatífico, tanta libertad de mercado, que ya predicó San Pablo, al alimón con la mística antropológica del bar, que derrocha gracia sencilla, todos los días empalaga. No es posible soportar tanta bondad de manera continuada, tanta bondad absoluta y de un tirón como la que representa la candidata Ayuso y su programa de libertad fiscal.

Es obvio que si se condena y se persigue a los menores de edad no acompañados es porque pertenecen, como los feroces corifeos de Podemos (que diría Méndez Pelayo, atizando el fuego apologético), a la raza descarriada de los ángeles caídos. Unos y otros se lo merecen.

Ahora bien, yo conozco a un podemita, catedrático de bioquímica por más señas, que no utiliza artes diabólicas ni el caldero con sapos, y lo más diabólico que le he visto invocar es el ciclo de Krebs.

Y a otro, de profesión maestro, que se desvive por sus alumnos, como es normal entre los maestros.

Y así por lo general, en lo que yo alcanzo a ver, son gente del común, no diablos.

Y en cuanto a los niños emigrantes que he conocido (y que no son pocos) son como todos los demás niños: necesitados de afecto y todos ellos niños.

¿Puede ser que por la noche se transformen (como supone Ayuso) y vuelen todos juntos, agarrados de la mano, al sabbat y el aquelarre?

Ni confirmo ni desmiento. Y allá cada cual, que ya somos mayores.

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