Opinión

Vergonzoso

Indultos vergonzosos (de amiguitos del alma), amnistías fiscales (de delincuentes privilegiados), aforamientos vergonzosos... de nosotros mismos, recriminó en su discurso Hernando a Rajoy, sin despeinarse y sin pasar vergüenza (al menos sus gafas no viraron del azul al rojo, permanecieron azules).

Símbolo, como pocos, de la hipocresía reinante, de la mentira política como forma de medrar, y mecanismo de promoción en esas agencias de colocación y pesebres que gobiernan España, Hernando es de los que sobreviven porque vale para un roto y para un descosido, pura forma sin contenido, es el comodín de todas las salsas, sus convicciones tienen más colores que un muestrario de retales, y vayan por donde vayan los tiros, el siempre cae de pie y sin un rasguño.

Si tuviera que concretarse la metáfora de un partido en un personaje, Hernando sería el mayor síntoma y signo de un PSOE que puede ser PP o PSOE (PPSOE) según la circunstancia y le convenga al aparato.

Hasta ha tenido la divertida fortuna de llamarse igual que el otro Hernando (el del PP), intercambiables en casi todo, como sus respectivas marcas políticas.

Le ha tocado defender la abstención, como le ha tocado ser metáfora de esta España disciplinada y disciplinante.

Arrestos no le faltan. Igual le dan cinco que cincuenta. Tiene madera de hombre de estado. Le auguro un largo futuro en la España del pasado.

Por eso su discurso de ayer en la investidura de Rajoy no desmereció, y fue inevitable escucharlo con bastante retranca, ya que fue pronunciado con sobrado cinismo.

En este tipo de discursos, donde el orador no se cree lo que cuenta a los demás, es donde se nota el oficio y la esforzada educación orgánica, que aunque orgánica no crea otra cosa que autómatas mecánicos. Una especie de golem con carnet.

Los hilos mentales del orador y del escuchante avisado, aunque discurren paralelos, se disocian a cada momento de mentira y trampa, y se vuelven a unir un poco más tarde para retomar la perorata (aunque sin fe) en una extraña danza de la verdad con la mentira. Es parte inevitable de nuestra ceremonia de la confusión y su doble lenguaje.

Pero es mentira que ya cansa, porque no está el horno para bollos ni timos de la estampita.

Es un esfuerzo inútil -opino yo- que a estas alturas el PSOE intente marcar distancias con el PP, porque más allá de la catequesis que tenga que propinar a su parroquia, está la realidad. Así que en cada uno de esos intentos, se encuentra en un brete y hace bastante el ridículo, porque cada vez que recrimina los vicios al partido corrupto, menciona la soga en casa del ahorcado.

Y es que esta soga ata mucho, porque -y retomo el principio de mi argumentación- la primera amnistía fiscal a delincuentes de postín e influencia, la hizo el PSOE.

Indultos escogidos de gente poderosa y amiga, los hizo el PSOE.

Y aforamientos vergonzantes, los gozan todos, salvo los que por vergüenza torera y un resto de dignidad, a ellos han querido renunciar.

El dedo de la dedocracia, en este caso, se vuelve contra el que señala como un boomerang.

Por no adentrarme en otros asuntos de todos conocidos, como que las bases legislativas para la privatización de la sanidad son obra del PSOE, y los contratos basura con otros recortes a juego, fueron la especialidad y empeño personal de Felipe González, con quien empieza esta retahíla involutiva de recortes de derechos y este desfile que ahora quiere acabar con las pensiones.

En esta investidura que pasara a la historia, la abstención del PSOE reducida a abstención "técnica", es mentira reducida a mentira "técnica". Pero mentira entera.

No es el bien de España el que les empuja a esta abstención, es el mandato superior de los que en realidad mandan (aquí ya no decide nadie de los que la Constitución señala como soberanos), y el previsible y casi seguro batacazo electoral de las terceras pero legítimas elecciones.

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