Una fina capa

La fina capa de civilización que cubre nuestras humanidades prehistóricas, nuestras humanidades bárbaras, se quiebra con mucha facilidad. Y es más fácil que lo haga en determinados momentos históricos en que la desmemoria (virus letal para la cultura), la manipulación (hoy muy facilitada), y el consentimiento de los primeros excesos, va preparando una nueva hornada de bárbaros suficiente para iniciar otro ciclo de barbarie.

Ocurrió en los años treinta y está ocurriendo ahora.

Hasta podríamos decir que los agentes implicados en esa quiebra son los mismos. Incluso visten o se disfrazan de forma semejante. Sus símbolos, sus proclamas, y sus acciones permanecen inmutables.

Por eso Umberto Eco pudo hablar -sin equivocarse- de "fascismo eterno".

Que hablara y escribiera sobre ello en un momento en que nadie lo hacía, porque estaban a otras cosas, nos da la medida de su lucidez.

Un razonamiento simple nos lleva a pensar que sí tuviéramos que expulsar a todos los murcianos de Murcia cada vez que un murciano comete un delito, apañados estábamos. Y lo mismo si tuviéramos que expulsar a todos los andaluces de Andalucía cada vez que un andaluz le da por delinquir.

No se hace porque es de necios y además sumamente injusto hacer responsable a todo un colectivo del acto de un individuo (o de unos pocos), cuya responsabilidad corresponde exclusivamente a ese individuo (o a esos pocos).

Son nociones básicas del Derecho, base de la civilización, pero son nociones que se pierden cuando se rompe aquella fina capa y el Derecho se va, primero despreciando, y luego perdiendo.

Que bien perdido está (y por los mismos agentes del fascismo eterno que señalaba Eco) en lo que se refiere al Derecho internacional.

Que se asesine a bulto a los palestinos hambrientos que intentan recoger alimentos en Gaza, tiene bastante que ver con que se persiga a bulto y al margen del Derecho a todo un colectivo en Torre Pacheco.

La barbarie, que promocionan y financian los bárbaros en jefe (esos que visten bien y comen en restaurantes caros, despreciando olímpicamente a todos aquellos a los que manipulan tan fácilmente), suele avanzar por etapas. Ya ocurrió en el pasado y vuelve a ocurrir ahora.

En los disturbios racistas y xenófobos de Southport tuvimos una de esas etapas. En Torre Pacheco tenemos otra.

Hay dos alternativas: o dejamos que esa barbarie siga cubriendo etapas y se acabe imponiendo, o bien recordamos el pasado, oteamos el presente, y aseguramos el futuro de la civilización recuperando y recurriendo una vez más al Derecho que la sostiene. Empezando por el Derecho Internacional y siguiendo por el Derecho en Torre Pacheco.

Hay quienes ya han optado por el camino de la barbarie, empezando por gente muy poderosa, como Donald Trump. Pero también todos aquellos que siguen su estela, que no son pocos, y entre los que cabe incluir al inefable Mark Rutte.