Todos los años

Todos los años hay verano. De momento esto no ha cambiado. Lo que pasa es que últimamente a nuestros veranos les ha dado por batir todos los récords, y además de forma atropellada. Calor, incendios... parecen no dar tregua y evolucionar a peor, casi de forma rutinaria. Podríamos hablar ya de algo así como la "rutina" de los "récords" en lo que se refiere al clima.

Al decir de la ciencia -que atesora una larga serie de registros y estadísticas sobre el clima- esto es algo inusual porque precisamente batir un récord es algo inusual, y batir muchos récords, todos juntos, y de manera acelerada, es algo más que raro, muy inusual, y obviamente llama la atención de los que observan detenidamente estas cosas.

Según como se mire, la ciencia es un fenómeno moderno o algo muy antiguo. Los primeros hombres que aprendieron a encender fuego para usarlo precisamente cuando lo necesitaban, así como aquellos otros que comprobaron que se podía apagar con agua, ya tenían algo de científicos y ejercían una acción inteligente sobre la Naturaleza.

Las primeras civilizaciones hacían uso también de conocimientos y prácticas que nos recuerdan a la ciencia. Entre nuestros abuelos culturales, los griegos, ya hubo naturalistas y científicos muy ingeniosos y eminentes. Y todos ellos eran y son por lo general gente curiosa que tiene el hábito de observar, o incluso de experimentar, y anotar el resultado de sus observaciones y experimentos.

Asociamos por tanto la ciencia a los registros de datos, las gráficas, las tablas, y las estadísticas. De todo esto, la ciencia del clima, como otras ramas de la ciencia, atesora ya una importante cantidad de información y desde hace tiempo. Además tiene formas muy ingeniosas y sofisticadas de averiguar hechos climáticos, composiciones de la atmósfera, etcétera, correspondientes a épocas muy alejadas de nosotros. La mente humana, cuando se pone a ello, es capaz de desentrañar enigmas que en principio parecían inaccesibles y fuera de nuestro alcance.

Piense usted (que está sentado ahora mismo cómodamente en su sofá) que si le da a un botón en un instrumento particular (un mando a distancia), otro instrumento (por ejemplo un televisor o un aparato de música) responde a una orden consciente de su mente: enciéndete, apágate, cambia de canal, cambia de pista, ponme los subtítulos en castellano..., que más bien parece que lo que usted tiene en la mano fuera, no un trozo de plástico (que también), sino una varita mágica.

Y no es cosa de magia, sino logro de la ciencia, que lógicamente al día de hoy es una forma de conocimiento que tiene un prestigio consolidado.

Cuando la ciencia, de forma abrumadoramente mayoritaria, nos dice que algo raro e inusual está ocurriendo con el clima, y que tiene las claves para dar una explicación sobre ello, conviene poner el oído alerta, porque la ciencia es una forma de abordaje de la realidad que no se deja arrastrar generalmente por caprichos, o prejuicios, o ideologías (para evitar todo eso están los controles y el famoso "método científico"), sino que suele actuar con un rigor regulado por dicho método, y que además es especialmente sensible a ciertas necesidades humanas. Por ejemplo, acabar con ciertas enfermedades, evitar ciertos peligros, asegurar y mejorar la alimentación, favorecer una vida más saludable y prolongada en un planeta vivo, etcétera.

Bueno, esto no siempre es así. Basta leer a Noemí Oreskes ("Mercaderes de la duda") para saber que la ciencia no siempre es imparcial. Sobre todo cuando hay intereses económicos muy potentes por medio y pagan bien la falsificación de los resultados. Pero esto suele ser la excepción y se acaba descubriendo el pastel... gracias a la ciencia.

Digamos que cuando la ciencia habla no habla un "cuñado", sino una forma de conocimiento con un prestigio ganado a pulso. Así que conviene prestar atención, centrarse y ser coherentes.

Coherentes por ejemplo con ese microondas doméstico que utilizamos todos los días sin motejarlo de "ideológico", o con ese avión al que nos subimos de vez en cuando para viajar, o con esa ciencia médica y quirúrgica a la que recurrimos en momentos de apuro. Todo esto es resultado de la ciencia.

Pues la ciencia del clima forma parte de todo eso que damos por sentado, o al menos con un punto de solidez superior a la opinión de un cuñado.

Ser coherentes implica sin duda más cosas.

Por ejemplo, es bastante incoherente y además era de temer, que aquellos que más apoyan, de una forma o de otra, los recortes y el deterioro de nuestros servicios públicos, las privatizaciones precarizantes para beneficio de amigotes, y determinada política de impuestos, sean hoy los que más protestan airadamente por ese deterioro y esa insuficiencia de medios de nuestros servicios públicos.

Lo cual, a poco que lo pensemos, peca de incoherencia supina, buena para cuñados, pero no para ciudadanos conscientes y bien informados.

Con una "agenda ideológica" y neoliberal que niega el cambio climático y promueve recortes o incluso supresión de servicios públicos, es difícil si no imposible, afrontar determinados problemas.

Lo vimos con Mazón en las inundaciones de Valencia, con Trump en las de Texas, y ahora con los incendios por toda España.

Como descripción certera de esta "agenda ideológica" de la ultraderecha, Pilar Mera escribe en El País, en su artículo "Volverán los incendios", lo siguiente:

"Si a esto añadimos la situación de las brigadas forestales, con modelos que varían según la comunidad, pero donde predominan los sistemas privados y mixtos, completamos un combo que imposibilita la planificación. Con servicios que se adjudican en subasta a la baja, donde gana el que menos coste supone, ¿cómo podemos asegurar la inversión adecuada? El precio menor siempre se sostiene en menos personas contratadas, en malas condiciones laborales y recortes de medios. ¿Cómo coordinar un servicio cuando operan al menos 35 empresas, como en Castilla y León?”.

Que la pandemia covid nos pillara con nuestra sanidad recortada y mutilada por el austericidio, determinando por ese hachazo en nuestros servicios públicos un número mucho mayor de muertos, no impide que ahora muchos pretendan afrontar los efectos del cambio climático con igual precariedad de medios. Y todo ello gracias a una "agenda ideológica" cuyo axioma fundamental es que "El Estado es el problema" y los impuestos mejor no pagarlos. O sea, que no aprendemos.

Dice también Pilar Mera en el artículo mencionado:

"Como en otros temas vitales para la sociedad, la lucha contra los incendios debe seguir una agenda ideológica, sí. La que apuesta por lo público y no privatiza ni regatea con los problemas de la ciudadanía”.

Es ahora quizás, en medio de la tragedia de los incendios, cuando más conscientes somos del daño que supone estar sometidos servilmente a las imposiciones de Trump (ese "socio" peligroso y negacionista) en materia de presupuestos nacionales.

Una etapa como la que vamos a afrontar, condicionada por un desafío planetario como el cambio climático, requiere cambiar de chip o paradigma.

La defensa de lo público no será (no es ya) una cuestión ideológica, sino una cuestión de supervivencia.