Tiempos raros

El gusto morboso por la irracionalidad y el rascarse, todo es empezar. Luego ya es difícil parar.

Cuando vemos a un cohete reaprovechable de Elon Musk volver de su viaje a los cielos y aterrizar suavemente sobre su base (menos vistosos son los cohetes que explotan), tenemos una doble sensación de extrañeza y prodigio.

Y esta extrañeza -mezclada de un cierto temor- va en aumento cuando vemos al dueño de esos ingenieros talentosos que diseñan y construyen tales cohetes, manifestarse como un auténtico energúmeno, emocionalmente imprevisible.

Vivimos tiempos raros, cada vez más incomprensibles, en los que de la misma manera que fuimos testigos del asalto violento (con muertos) del Capitolio de USA, podríamos ver mañana mismo que el país líder de la OTAN ataca a sus propios aliados con intención de anexionarse parte de su territorio. Y todo ello con el aplauso y el respaldo moral, no solo de Putin (extraño aliado de Mr. Donald) sino de los líderes más rancios de la ultraderecha europea, que al parecer ansían ser colonizados, no solo "culturalmente" sino también territorialmente, por el "amigo americano".

Y si la OTAN está rarísima últimamente, y cada vez más peligrosa (el enemigo potencial y sus bases militares los tenemos dentro de casa), echas un vistazo a nuestra justicia española (esa que desprecia a las cajeras de supermercado) y la notas igualmente rara. Quizás es que no nos habíamos fijado antes ni la habíamos mirado de cerca, en sus manifestaciones menos olímpicas y más pedestres.

El clima está raro también. No con la rareza e imprevisibilidad habitual, sino de manera más acusada, estruendosa, y destructiva.

Dicen los científicos que de ello entienden, que hay un cambio climático en marcha a punto de entrar en el umbral de lo irreversible, un punto de no retorno de consecuencias muy probablemente catastróficas. Pero nuestros representantes políticos, que cada vez son más raros y ajenos a la realidad, dicen que no les importa. Y unos, como Trump, se salen de cualquier pacto para frenar ese desastre que se cierne sobre todos, y otros, como los que gobiernan Europa, dicen que postergan cualquier acción al respecto ante la necesidad perentoria de financiar guerras. Que más o menos es el mismo argumento y la misma excusa floja con que nos birlaron el Estado del bienestar y nos endosaron la factura de la estafa financiera de 2008, ante la necesidad -decían- de "ajustar las cuentas".

Lo que no dicen es que esas cuentas son cuentas neoliberales, y por tanto fraudulentas, con un sesgo muy marcado que solo beneficia a una minoría exigua e impune.

A la vista de este derrotero, quizás no sea necesario preguntarse cómo hemos llegado hasta Mr. Trump. Parece obvio. Y si Europa sigue copiando al amigo americano su modelo de capitalismo salvaje y desbocado, puede acabar como allí, con un sosias trumpiano al frente de los destinos europeos.

Para acompasar su nota distópica con la sinfonía siniestra de Elon y Trump, los magnates reunidos estos días en Davos (Suiza) han decidido abandonar el "rostro humano" del capitalismo, nos dicen los analistas.

¿Vieron ustedes ese rostro en algún momento desde la estafa financiera de 2008 para acá?

Hay que ser torpe y ciego para no darse cuenta de la mayor calidad humana del modelo europeo salido de aquella victoria tan trabajada y difícil sobre el fascismo en la segunda guerra mundial.

Empiezan a sonar hoy con fuerza las palabras que más aciertan: plutocracia y cacocracia. El gobierno de los ricos y el gobierno de los delincuentes. Trump reúne ambas facetas, y Elon Musk es el complemento perfecto de esa fusión.

Robert Reich nos ofrece en el video que sigue un "resumen" de los crímenes y fechorías de TRUMP. Como podéis comprobar, es una materia difícil de "resumir". Sin que falte el tono de buen humor con que Robert Reich acostumbra a acompañar sus exposiciones. https://youtu.be/gdstZDCCgAc? si=zQtVayLMKXedY6E1

Podemos sospechar que si Elon Musk puede llegar a tener (parece que sí) alguna influencia en el manejo del dinero de los ciudadanos estadounidenses, este se utilizará con preferencia en llevar sus cohetes a Marte, engordando simultáneamente su negocio y su ego, antes que en financiar la sanidad y la educación de los ciudadanos de a pie.

Estos días se quejaban los astrónomos de que el magnate sudafricano había colocado uno de sus coches en órbita hace unos años, como medio publicitario espectacular, y ahora suponía motivo de error para los observadores del cielo que lo interpretaron y bautizaron como un asteroide.

Parece que a Mr. Elon no le importa mucho el aumento de la basura espacial, y si todas las marcas comerciales hacen lo mismo que él para promocionar sus productos, va a ser un auténtico baile de cacharros sobre nuestras cabezas.

Vivimos de nuevo (o de viejo, según lo quieran interpretar) una etapa histórica en que lo salvaje y brutal en el ámbito de la economía y de las relaciones sociales, se ensalza y se disfraza de eficiencia. Una especie de "naturalismo" futurista y tecnocrático, que reinterpreta la Naturaleza a imagen y semejanza de una civilización despiadada. Las garras y colmillos de las fieras más agresivas sirven de ejemplo y excusa para un crimen civilizado, sistemático, y eficiente. De ahí que el cambio climático no importe lo más mínimo, sino que lo que importa a efectos contables es cuánto petróleo más podemos extraer de la Tierra. No decide el cerebro que piensa sino las garras que extraen.

Se vivió algo similar antaño, en el siglo XX, con la combinación de fascismo y futurismo, maridaje que desembocó en la idolatría del puñal y la tecnología de Auschwitz. Crimen y eficiencia.

Hoy se idolatra el rifle allí donde esta civilización naturalista y depredadora ha alcanzado su máxima expresión y retroceso. Allí -en USA- un arma de fuego no es solo un símbolo sublimado de su cultura caníbal, sino un instrumento que se utiliza con la misma soltura y frecuencia que el microondas.

Y de nuevo en nuestro tiempo, el nacionalismo más pedestre y agresivo, aquel que amenaza con dejar sin tierra y sin recursos a los demás, recobra su prestigio romántico. La guerra vuelve a ser una oportunidad para la hominización del hombre posmoderno, al que la reacción contra la Ilustración ha convertido en tábula rasa y materia dúctil para su robotización.

Nuestra civilización compleja y super avanzada alberga en su núcleo la sencillez de aquellos ancestros homínidos que se tiraban piedras y se daban de garrotazos. Elon Musk se sube al estrado, hincha los bíceps, y grita como un troglodita. Y todo ello es compatible con la eficiencia de sus ingenieros para poner cohetes (o coches) en órbita y llevar el capitalismo depredador hasta Marte.

Creo que fue Einstein quien previó un futuro a base de pedradas, tras el aniquilamiento sofisticado y general a través de bombas nucleares. Quizás, si no frenamos el cambio climático, el efecto sea el mismo.

Lo que tampoco cambia con el paso del tiempo es que el núcleo de todo este aparato retórico y la esencia oculta tras esos disfraces de posmodernidad libertaria, es como siempre el dinero y su codicia. Ocurre con frecuencia que el mucho dinero no se utiliza para liberarse a sí mismo (eso se consigue con bastante menos), sino para someter y encadenar a los demás.

El egocentrismo de un Trump o un Elon Musk, todo poderosos, apuntan a ese riesgo.

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