Opinión

El sistema... funciona

La verdad es que visto el panorama dan ganas de hacerse erasmista, y abismarse mediante oración mental en los bálsamos del iluminismo y del quietismo, ...

La verdad es que visto el panorama dan ganas de hacerse erasmista, y abismarse mediante oración mental en los bálsamos del iluminismo y del quietismo, esperando que esto se solucione sólo o lo solucionen quienes más parte e interés tuvieron en el estropicio. Que de eso va el negocio de la Gran coalición, y la pole es siempre para la escuadra del Ibex.

Ahora me explico la actitud contemplativa y ensimismada de Rajoy, que conoce de primera mano y en persona el vientre y los bajos fondos del iceberg; ese laissez faire tan suyo mientras se come el bocadillo. Es el que vigila a la puerta por si se acerca la pasma, el segurata de la obra saqueada. Como antes lo fueron los de la oposición y el turno. Que vigilaron mirando para otra parte y poniendo el cuenco, mientras los del gremio se llevaban el cobre, la plata, y hasta los planos. Invigilando, como confesaba a fuerza de evidencias Esperanza Aguirre.

Dan ganas ¡es humano! de exiliarse al Monte Athos, y tocar una campana más dulce y tranquila que la que agitaba, histérico de codicia, Rodrigo Rato.

Pero luego, visto que los delincuentes ellos mismos se amnistían, y hasta un premio Nobel aconseja que cuando las leyes no convengan a nuestros intereses particulares, conviene violarlas (eso es liberalismo), a uno, que de momento sigue siendo ciudadano español, le sale la vena radical, y dejando a un lado la oración mental empieza a rezar en voz alta, a lo español, a Dios rogando y con el mazo dando. Y que nos llamen radicales, que el sambenito es nuestro traje de domingo.

Que digo yo, si ese argumento de violar las leyes cuando no nos gusten o nos aprieten el zapato, vale para todos los españoles de a pie, o sólo para los que asisten a cócteles cosmopolitas y literarios.

Pero no se inquieten ni se excedan en sus reflexiones intempestivas, porque si hemos de guiarnos por algunas tertulias del Reino y de la España oficial, el sistema funciona. Y hay que ver con que paciencia.

Tanta que recortaron a dependientes y muchos se murieron esperando las ayudas; despidieron médicos, enfermeros, y maestros; cerraron hospitales, servicios de urgencias, y comedores escolares; saquearon la caja de los pensionistas y los pusieron a mantener a la familia en paro; redujeron el trabajo a la función de esclavitud y al trabajador a la condición de miserable… antes de cerrar su propia covacha, recortar sus lujos, o intentar atrapar a los tramposos que se llevaban la pasta. ¡Eso es paciencia! ¡Y austeridad!

Tendremos ya colonias en Marte para cuando se recupere el dinero público saqueado a los españoles en lo que llevamos de transición ejemplar (lo robado antes ya se da por perdido, aunque algunos descendientes del Generalísimo aparecen haciendo patria en Panamá). Quizás para entonces España ya no exista, y nosotros habremos acabado de cumplir fielmente (y sin retrasos) con Hacienda.

Habrán oído ustedes hablar estos días de Mario Conde (el fénix de los pirómanos que inventaron el miércoles de ceniza), y habrán escuchado también que nos debía dinero a los españoles (quiero decir a los hospitales, a los dependientes, a los colegios, a los pensionistas) desde hacía ya un tiempo. Honoris causa en el ramo de morosos, homenajeado por toda la corte de prohombres que nos dictan lo que hemos de hacer y pensar, y habrán sabido ahora (antes no) que aunque no vivía precisamente debajo del puente, no había forma de cobrar la deuda. Que a los palacios, cortijos y fincas de postín, donde se negocia como se caza sin sangre al ciudadano de a pie, no se acerca el cobrador del frac ni el inspector de Hacienda.

No sabría decir si un caso así (que es el microcosmos del macrocosmos) puede darse en otra nación civilizada de nuestro entorno legal, que no sea España. Quiero decir en un Estado de Derecho donde los guardianes de la Ley no sean los mismos que la violan, según advertíaPlatón.

Aunque visto lo diverso y variopinto del paisanaje retratado en los papeles de Panamá, hay que pensar que esta hombría de bien, esta hombría de Estado, este estar centrado en el centro y sentado sobre el botín, está muy repartido en el concierto o desconcierto de naciones.

Esto tranquiliza, porque constituye un parapeto contra el radicalismo, una defensa mística (y crematística) de la civilización Occidental en su versión más católica y repartida en paraísos fiscales. Es decir, una defensa en toda regla del derecho de pernada. Del feudalismo 3.0 que diría González (Felipe, en el viejo mundo).

Aunque para ilusos, los que no ven que este sistema está podrido y se muere de viejo, como ya anunciaron aquellos jóvenes respondones: Sampedro y Saramago, que en paz descansen.

Comentarios