Opinión

Revolución alienígena 1

Y sin embargo (sea yo testigo o no de ese encuentro en la tercera fase) estoy por asegurar que esta noticia pasó desapercibida para muchos ...

“… nosotros somos como cierto loco ateniense, del que habréis oído hablar, y a quien dominaba la idea de que todos los barcos que entraban en el Pireo le pertenecían. Nuestra locura consiste en creer que toda la Naturaleza, sin excepción, está destinada a nuestro uso… “

(FONTENELLE / “Conversaciones sobre la pluralidad de los mundos”).

Lo cierto es que la noticia en cuestión era digna de meditarse despacio.

Sin un resquicio para la duda, decía así:

"La NASA, convencida de encontrar signos de vida extraterrestre antes de 2045".

No se si me pillará despierto.

Y sin embargo (sea yo testigo o no de ese encuentro en la tercera fase) estoy por asegurar que esta noticia pasó desapercibida para muchos entre el estruendo y el polvo de otras noticias mas pedestres, como aquella “paradigmática” en que Rajoy, nuestro inefable presidente del gobierno, calificaba de seres humanos "normales" (en su versión terrícola y confesional) sólo a los que le votan y comulgan con él.

Si he de confesarles algo, les diré que mi relación con las “ciencias de la vida” arranca de un interés muy temprano por la biología (incluso antes de saber que significaba esta palabra), y que a su vez este afecto vino a ocupar un lugar definitivo inspirado por la TV gracias a los documentales de Félix Rodríguez de la Fuente, que tuvieron su complemento posterior en papel a través de una enciclopedia coleccionable titulada "Fauna Ibérica" donde se puede hallar noticia curiosa de las costumbres del mirlo y de las peripecias del lirón careto.

Ya antes de la TV y como niño que quemaba el día en la calle (volvía a casa oliendo a humo), había yo cazado grillos a base de paciencia o meadas (método este último poco respetuoso pero infalible), curioseado con el rabo autómata de las lagartijas, y contemplado con asombro los pollos chillones de los nidos de las acacias.

Por cierto, aprovechaba la maniobra rampante para comerme (no se asusten) los pámpanos de las susodichas acacias. Yo y toda mi tropa epicúrea, vegetarianos tragaldabas que no respetaban ni la fotosíntesis (criábamos con hojas de morera gusanos de seda).

Vayan ustedes a saber (pues yo lo ignoro) si cierta extravagancia política y civil que me acompaña no procede de comer las flores de aquellos espigados árboles. Eso, o que nos curaban las piteras con vino y azúcar, descalabrados como íbamos tras nuestras épicas “dreas” con los “ciegos” (aborígenes salvajes del barrio de al lado).

Todo en aquel barrio de la infancia era sorprendente, paranormal, pantagruélico, e interesante. Nada que ver con el establishment. Nada que ver con el aburrimiento. Nada que ver con la rutina.

Como por otra parte yo había nacido necesariamente antes de cometer esas proezas, con comadrona en una casa de las afueras que tenía jardín, y en ese pequeño vergel (enorme a los ojos de un niño), además de una higuera y otros árboles frutales, parra incluida, había multitud de seres vivos que fui descubriendo desde mis primeros años, al mismo tiempo que, con mis recién estrenados sentidos me descubría a mi mismo y tomaba buena nota de formas y olores, de todo lo que me rodeaba, así frutas y flores, como pájaros cantores o filosóficos gatos, algún que otro galápago que traían mis tíos de los arroyos cercanos, lagartos y lagartijas, y arañas varias, algunas muy extrañas como aquella con una cruz amarilla perfectamente trazada en su dorso que llaman Araneus Diadematus, por todo ello creo que mamé, casi desde la misma cuna, aquella afición y sensibilidad que luego me hizo preferir los montes con tomillo y brisa a las oficinas con jefe y aire acondicionado, y los espacios abiertos a los espacios cerrados.

Raro que es uno y poco dado a seguir consignas civiles o teológicas.

Además ¿hay algo que mejor nos justifique como animales importantes, y otorgue más sentido a nuestra extravagancia biológica, que poder contemplar con asombro y ojos siempre nuevos el cielo estrellado de la noche profunda?

Claro que aquí (donde la normalidad se llama Rajoy), si miras al cielo te llaman majareta.

Por este y otros motivos siempre me intrigó la Vida. Casi tanto como el cielo y las estrellas, o esta nave de tierra y agua en que volamos, dónde, cosa curiosa, tiene que estar trasparente y oscuro (de noche) para poder ver lejos en el océano que nos rodea. ¿Será esto metáfora de algo?

Y cuando se mira (¡que poco utilizamos nuestros ojos!), tanto cerca en la proximidad como lejos en el horizonte, se constata un hecho: hay una gran variedad de “seres”. Y si no se lo creen o no les consta, pregúntenselo a David Attenborough de la BBC, o a Carl Sagan que navegó por el Cosmos.

Digo que desde aquel asombro primero que me acompaña en lo más hondo, como el olor de aquella higuera y el sol de aquel jardín, me di a intentar arrancar más frutos del árbol de la ciencia (en la pobre medida de mi ignorancia), y saber siempre un poco más sobre la Naturaleza, quizás para conocer mejor la mía propia, en cuanto que, mientras no se demuestre lo contrario, yo también estoy vivo, formo parte de ella, y soy “ser” incluso a efectos legales, diga lo que diga la ley.

Dicho todo esto por centrar la cuestión y explicar mi interés por la noticia que más arriba recojo, muchos comprenderán fácilmente que tan extraordinaria afirmación de la NASA, nos pone en el camino, a más o menos corto plazo, de una revolución más importante (sin duda) y radical (me temo) que la de Copérnico o la de Darwin.

¿Que hemos de concluir o que hemos de esperar de esta revelación que a plazo fijo se nos anuncia, por parte de una ciencia que además de sería y rigurosa es el esqueleto firme sobre el que se sostiene el mundo actual?

Plausiblemente confirmada la existencia de vida extraterrestre en ese futuro cercano ¿que pensará a partir de ese momento la humanidad toda, la gente de a pie y la que viaja en AVE, los teólogos de la no-liberación, los guardias de fronteras y vallas, los secretarios generales de los partidos terrestres, los funcionarios del Dios único con barba de mono antropoide, los fans de la globalización, los tele predicadores y tertulianos del gobierno, el FMI, los hombres de estado con finca en Suiza, los nacionalistas, los independentistas, y los místicos de la patria, los ecologistas, los poetas, los sabios, los extraviados en su locura y los confiados en su normalidad, todos ellos y nosotros mismos, sobre el mundo (habitado) que les (nos) rodea?

¿Y de que gente (receptora de la noticia), desigual y distinta, estamos hablando, por eso de aventurar el posible impacto de novedad tan extraordinaria?

Creo no equivocarme (yo que soy tan escéptico de conocer la verdad) si aventuro que hay muchas personas aún en Europa (continente culto), y con más motivos quizás en España, que en materias importantes de este orden siguen instalados en un esquema mental e ideológico lastrado por el siglo XVII, amalgamado y envuelto, eso si, en una cáscara brillante, moderna, fashion y fofa, que no les impide estar integrados y ser funcionales, o incluso llegar a presidentes de gobierno y eventualmente a obispos.

El siglo XVIII, la Ilustración, la enciclopedia y lo que vino después, no ha pasado por ellos. Y la sabiduría de antes (pre y postsocrática) tampoco. Desconocen o no les cuadra lo que Epicuro, Lucrecio o Giordano Bruno pensaron y escribieron sobre el universo, los mundos y sus posibles habitantes, o lo que al respecto Fontenelle y tantos otros especularon, en cortesana y mundana conversación, más tarde.

Desconocen lo que Darwin investigó y lo que Oparin se traía entre manos, o lo que implican los experimentos de Urey y Miller. O que significa que haya moléculas orgánicas complejas navegando en las nubes interestelares, o que plantea la teoría de la panspermia de Arrhenius. O que nos puede sugerir que la nave Rosetta haya encontrado moléculas precursoras de la vida en el cometa P57.

Y es que a veces la modernidad coge carrerilla y nos sorprende con el pie cambiado o mirando para otro lado.

Conviene no olvidar que en Rusia se pasó de la noche a la mañana de adorar el zar como representante de Dios en la tierra (se ve que Dios necesita esclavos y plusvalías) a buscar el origen de la vida en la "sopa primitiva" de Oparin. ¡Ya es contraste y cambio de perspectiva!

Unos años más tarde, el desprestigiado y rancio intento de poner el origen del poder monárquico en el cielo (y no en un instinto primate que compartimos con los monos), fue puesto de nuevo en solfa por Urey y Miller, a base de arrear zurriagazos eléctricos a una mezcla de metano, amoniaco, hidrógeno, y agua, que reproducía la atmósfera primitiva de la Tierra, experimento que a punto estuvo de sintetizar al primer monarca en probeta (Borbón por más señas), aunque se contuvo, humilde, en el logro de obtener moléculas características de la vida.

Quizás aquellos a los que todo esto les suena a chino, no tuvieron la ocasión o no necesitan saber nada sobre ello, no lo discuto. Y se lo concedo como opción vital tan válida como mi curiosidad. Muchos de ellos (los más humildes) quizás son más sabios que los más instruidos. No se necesita ciencia para ser sabio y feliz.

En cualquier caso, por describir hechos concretos y sorprendentes (y esto es más preocupante), muchos compatriotas nuestros podrían establecer diferencias claras y precisas, o distinguir por su nombre y carácter (toda una casuística alucinada) entre más de veinte o treinta vírgenes: la de Guadalupe, la de Fátima, la de Lourdes, la de Montserrat, la Virgen del Palmar Coronada, la Virgen del Remolino, Nuestra Señora de las Nieves ..., algunas de ellas nombradas en nuestra España “normal” “alcaldesas” a perpetuidad en dura y desigual competencia con la oposición, pero desconocen (quienes tanto afinan en lo ultraterreno) que compartimos el 99% de nuestro genoma con el chimpancé, o que el hierro de nuestra sangre se formó en el núcleo de estrellas que explotaron tras agotar su combustible, o que el coxis humano es el vestigio de una cola, y que significan tales misterios.

Es así.

Si los cálculos de los científicos de la NASA no fallan, no tardando mucho verán (¿veremos?) ellos o sus descendientes un espécimen extraterrestre en la televisión, en horario de máxima audiencia, y tendrán que encajarlo en su visión del mundo al lado de vírgenes, epifanías, candidatos electorales, y héroes del balompié.

Visto lo visto, a todo se hace uno.

Además ¿quien está preparado para esto?

El que piense que si que tire la primera piedra.

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