Paralelismos

Queramos o no la Historia está hecha para recordar, para comparar, para refrescar la memoria y establecer paralelismos.

Para casi todo lo que nos ocurre hoy, hay un paralelismo a mano, un hecho en el pasado o una combinación de hechos que nos interpelan y nos ayudan a interpretar o matizar nuestro presente.

Quizás para lo único que no encontramos un paralelismo en el pasado (en términos de civilización) es para este calor que nos está cociendo a fuego lento y que amenaza no solo con convertirse en nuestra "normalidad" (difícil desarrollar una vida normal con estas temperaturas), sino con ser el punto de partida de situaciones y temperaturas aún más extremas.

Porque el problema no es la canícula o el bochorno puntual de un verano o dos, que nos hace la vida imposible ese par de veranos, el problema son las gráficas históricas y lo que nos dicen sobre la gravedad y las causas de esta anomalía.

Al lado de esto, las otras crisis que estamos viviendo (y mira que son graves también y trascendentes), como la sustitución definitiva en nuestro siglo XXI de la democracia por una plutocracia armada y eugenésica; la amortización definitiva del Derecho Internacional ("Derecho de gentes", lo llamábamos nosotros); o la disolución del ideal europeo a favor del oscuro negocio de las armas, pierden intensidad, o si lo prefieren, colaboran y concurren a un escenario ahora sí distópico.

No sé si serán solo los intereses económicos o si también influye el calor, con su ofuscación de los mecanismos neuronales, base de la inteligencia, lo que lleva a algunos de nuestros líderes europeos a dar prioridad al gasto supermillonario en armas americanas (hasta endeudarnos por décadas), en vez de acometer las transformaciones que se precisan para hacer frente al cambio climático y establecer el escudo social apropiado para todo lo que se nos viene encima.

Esta Europa que se bambolea a la deriva, sin percatarse sobre el origen de sus males, está ahora obcecada en lograr una "comunidad de defensa", cuando no ha hecho nada por conseguir y blindar una "comunidad de estado social".

En la medida en que aquel ideal primigenio, el más característico de Europa, el "Estado social y de derecho", cristalizado en un muy caracterizado "Estado del bienestar", ha sido despreciado, humillado, y hundido de manera irresponsable por los líderes europeos, va a ser ahora muy difícil reflotar la unidad europea en base a una comunidad de defensa que recibe las órdenes directas de un salvaje: el mafioso presidente de Estados Unidos, Donald Trump, colaborador máximo en el genocidio palestino.

El neoliberalismo, a través de la desigualdad extrema que promueve, es fuente de polarización. Y desde esa polarización es difícil fraguar una comunidad de objetivos o una comunidad de defensa.

Dirán los más desfavorecidos (que son muchos) por un sistema a todas luces injusto, que paguen las armas (americanas) los superricos o que sean ellos los que vayan a la guerra.

En cualquier caso y cambiando un poco de tercio, una vez anotado aquí que es difícil encontrar en el pasado (considerado en términos cronométricos de civilización humana), no una ola de calor, sino una ola de cambio climático como la que estamos viviendo, con un mediterráneo casi en ebullición, sí que podemos encontrar en el pasado no tan remoto situaciones domésticas y de andar por casa que nos sirvan para comparar y matizar nuestros hechos políticos actuales, hechos que son de una dimensión y trascendencia sin duda inferior a la de los hechos geológicos y climáticos, aunque solo sea porque en determinadas condiciones climáticas y/o geológicas, la civilización tal como la conocemos, y la política por tanto, se hacen imposibles.

Así que una vez que descendemos deliberadamente en el rango de importancia de los hechos a valorar, digamos que la actual coyuntura política de nuestros país, que contempla por un lado las dificultades por las que pasa el gobierno de Pedro Sánchez, y por otro la intensidad del acoso de sus adversarios políticos, entre los que sobresale Felipe González, experto en la demolición de la izquierda y usuario afortunado de las puertas giratorias, el pasado nos permite como casi siempre establecer ese punto de comparación, ese paralelismo que nos permita cierta perspectiva.

A mí lo que más útil me ha sido estos días para buscar esos paralelismos y establecer esa perspectiva, ha sido volver a ver algunos fragmentos de la famosa entrevista de Iñaki Gabilondo a Felipe González en 1995, que por una parte demuestra la corta memoria del expresidente González, y por otro la hipocresía que rige la vida política de ahora y de siempre.

Al revisitar nuestro pasado político, tan trufado de corrupciones, comprobamos que la mecánica fría (y aún así democrática y legítima) del poder, se ha impuesto casi siempre a las exigencias éticas, mucho más volátiles, las cuales parecen flotar en un limbo alegal poco o mal definido. De manera que es difícil o complicado encontrar allí en el pasado (un pasado además mitificado y distorsionado por la propaganda), un referente solido con autoridad moral suficiente para dar alguna lección al gobierno de Pedro Sánchez.

Y así vemos en el momento de esa entrevista, a un presidente del gobierno -Felipe González- con un canchal de escándalos y corrupciones a sus espaldas, a cual más grave, que ante las peticiones reiteradas de la oposición para que dimita y convoque elecciones, afirma y sostiene que no tiene la menor intención de hacerlo: "Quiero dejarlo claro, despejado, para no tener que insistir", fueron sus palabras.

Y de hecho no las convocó sino mucho después, y no por autoexigencia ética sino por imperativo mecánico, al perder el apoyo de sus socios catalanes.

O sea: ¡Consejos vendo que para mi no tengo!

Y otro tanto -en cuanto a falta de autoridad moral se refiere- puede decirse del PP, el partido más corrupto de Europa. Y de VOX, que clama contra la corrupción, siendo como es un partido condenado por financiación ilegal. Así que júntenlos y ya pueden hacerse una idea de lo que sale.

Estos son los paralelismos que nos ayudan, no a justificar la corrupción actual, sino a comprender que algunas de las alternativas que se nos proponen no merecen la más mínima credibilidad.

Otras ofertas políticas sin embargo sí que tienen el contador de su corrupción a cero.