Opinión

La mordaza de Bruno y el chiste de Muñoz Seca

El humor, que es el más rápido vehículo de la inteligencia y el más dulce excipiente de la denuncia, crea una distancia entre sujeto...

La viñeta de Charlie Hebdo que se hará famosa dice: "TODO PERDONADO".

Una sonrisa envuelta en lágrimas.

El humor, que es el más rápido vehículo de la inteligencia y el más dulce excipiente de la denuncia, crea una distancia entre sujeto y objeto, cuya perspectiva amplía el horizonte e ilumina la mirada.

Y quizás ese “desdoblamiento” nunca rinde mejores frutos como cuando se aplica a uno mismo, objeto y sujeto al mismo tiempo de la risa. Reírse de uno mismo es muy sano. Es terapéutico. Toda una lección de tolerancia. Toda una  vacuna contra el fanatismo. Y el mismo sentido tiene la frase evangélica: ver la paja en el ojo ajeno y no ver la viga en el propio.

Esto que puede asegurarse de un individuo, puede aplicarse a naciones y a civilizaciones enteras.

Don Miguel de Unamuno decía: "Yo no soy objetivo sino subjetivo, porque no soy un objeto sino un sujeto".

Si bien el humor debe considerarse un síntoma de inteligencia, y la inteligencia un instrumento de la objetividad, nadie duda a pesar de esa frase que Don Miguel era sumamente inteligente, bien dotado para la objetividad, y algún sentido del humor tendría, de vez en cuando. Pero le gustaba jugar con las paradojas del lenguaje y del pensamiento, y disfrutaba como un niño con las etimologías. En todo caso era un ferviente admirador de Cervantes, que fue un campeón del humor.

Lo cierto es que no podemos (ni debemos) permanecer demasiado tiempo en el “sentimiento trágico de la vida”. Tan necesarios son el humor y los humoristas como el aire que respiramos. Y si ese humor es además inteligente, curamos al mismo tiempo cuerpo y alma.

El humor tiene mucho que ver con la libertad en general y con la libertad de expresión en particular. Es un arma muy eficaz contra las estructuras autoritarias, hipócritas y oscurantistas. Muy eficaz contra el autoengaño. En su libertad se libera de las ataduras del lenguaje y de la lógica, y en su locura y en su risa busca la lucidez. En su "error" encuentra el acierto y en sus “lapsus” se descubre. En sus manos, la paradoja es un fogonazo de luz que traspasa todos los disfraces. El humor trasforma el hierro en caña y brisa.

Creo que fue Paco Umbral el que dijo: "La ironía es la ternura de la inteligencia".

En todo caso, el humor es un punto de encuentro entre poesía y verdad.

Nunca somos tan humanos como cuando nos reímos. Nunca estamos más desnudos.

Nada se contagia mas rápido, nada nos acerca mejor a otros seres humanos, que la risa desatada y compartida en carcajada. "Diríase que la risa necesita de un eco", decía Bergson.

Me imagino a Giordano Bruno gastando bromas sobre el cielo, el cosmos, los Papas, los mundos y los dioses. Me lo imagino deleitándose en extrañas y alegres fantasías sobre las cosas humanas y las cosas extraterrestres, elevando el relativismo y el humor a un plano cósmico y celeste. Me lo imagino conversando con Voltaire y Fontenelle, en compañía de otros tantos filósofos alienígenas, en algún espacio intergaláctico. Militando ya en la cofradía epicúrea del buen humor. Y allí resuenan sus risas y el tiempo no envejece, ni se pregunta a nadie de que mundo procede.

Y me lo imagino también en su último paseo humano (hacia la muerte), con una mordaza atravesándole la lengua para impedir que hablara, o quizás para impedir su risa. Un poco antes había dicho a sus verdugos, tras escuchar la sentencia: "Creo que pronunciáis mi condena con más temor del que yo siento al escucharla". Fue quemado en la plaza romana de Campo dei Fiori por los verdugos de la intolerancia católica, que no sabían reírse.

Se cuenta (y en estos días trágicos se recuerda esta anécdota graciosa) que Pedro Muñoz Seca, conservador, católico, de derechas, autor de teatro, comediógrafo, y sobre todo ser humano con sentido del humor, cuando lo iban a fusilar en Paracuellos del Jarama (en todas partes cuecen habas y se persigue la risa) dijo a sus ejecutores en demostración de su gracia inteligente y humana:

- “Me habéis quitado todo, me habéis quitado el reloj y la cartera y el abrigo; me vais a quitar la vida. Pero hay algo que no podéis quitarme”.

- “¿Qué es eso que no podemos quitarte?”

- “El miedo que tengo” respondió el.

En su último momento tuvo el valor de regalar (junto al perdón) una sonrisa a sus ejecutores. Genio y figura.

La risa está por encima de todos nosotros.

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