Memoria y fascismo

La memoria es un elemento fundamental de la razón. Ahora bien, el fascismo hizo de la apología de la irracionalidad y de la lucha contra la razón uno de sus impulsos fundacionales. ¿Qué tal se llevará con la memoria? Seguro que no muy bien.

Otro principio fundacional del que se vanagloria el fascismo es la apología de la violencia. Pero quien es violento y adora la violencia, no necesita recordar con precisión el pasado, vive en el presente eterno de su capricho. El que fía todo a la Ley del más fuerte, o del más violento, no saca conclusiones del pasado, las impone.

Ahora mismo en nuestro panorama político tenemos a los que quieren recuperar la memoria de Franco para proponerlo (o imponerlo, según se tercie) como modelo de poder posmoderno (opción de VOX y Ayuso), una suerte de dictadura "libertaria" del siglo XXI, y que hacen piña con los que desempolvan la camisa azul, cantan cara al sol, y utilizan símbolos de falange; y luego están los que quieren recuperar la memoria de la dictadura precisamente para evitar que algo similar a ese disparate se repita (otras opciones).

Se ve que unos y otros no se refieren a la misma memoria. Pero aceptémoslo: la memoria es en gran medida inevitable, aunque también muy manipulable. Desde luego es menos manipulable aquel sujeto o ciudadano que cultiva la memoria con rigor y tiene una información amplia y de calidad.

Y ya que hablamos de calidades, dos datos que concuerdan y en parte explican nuestro estado actual en esta materia (según se deduce de un artículo reciente en El País):

  1. "Una cuarta parte de los jóvenes ve preferible en determinadas circunstancias un régimen autoritario".
  2. "Casi la mitad desconocen cómo murió Lorca”.

Este tipo de agujeros en nuestra educación pública debería preocuparnos a todos y preguntarnos con cierta urgencia de dónde procede semejante vacío en la memoria.

¿Desconocerán también qué cosa fue el bombardeo de Guernica o qué representa la pintura de Picasso?

Puede admitirse y comprenderse que desconozcan qué fue la Ahnenerbe, dirigida por Himmler y destinada a dar un aura científica y racional a la pura insensatez, o que desconozcan la potente corriente nazi que recorría el impulso violento que llevó al golpe de Estado de 1936 y continuó después en una suerte de "movimiento" perpetuo, o más o menos perpetuo, hasta la "caída de los dioses" germanos. Porque conocer eso ya sería para nota ¿Pero desconocer, siendo españoles, cómo murió Lorca?

¿Están tan gravemente desinformados o intoxicados nuestros jóvenes que desconozcan semejante hito histórico, cultural, y criminal? ¿Eso explicaría por qué son tan manipulables por el nuevo fascismo? ¿O por qué en determinadas manifestaciones (por derechos humanos, contra el genocidio en Gaza, por derechos laborales o la defensa del Estado del bienestar...), en los que cabría esperar una afluencia masiva de jóvenes, se ven tantas canas y tan pocos jóvenes?

Que muchos de nuestros jóvenes desconozcan cómo murió Lorca no es una simple anécdota sin importancia. Significa que la información que tienen o que se les suministra es cualquier cosa menos amplia y de buena calidad.

Al menos deberían saber que después de nuestra guerra civil, como si los muertos en aquella contienda fratricida hubieran sido pocos, Franco asesinó a otros 50.000 españoles más. Cifras así sirven para hacerse una idea sobre aquella historia que es la nuestra.

Deberían saber también, para seguir haciéndose una idea sobre su nuevo ídolo "pop", que la dictadura de Franco fue el mayor refugio europeo de criminales nazis, y que parte de la documentación sobre este tema se hizo desaparecer.

¡Ay la memoria!

Yo estoy, sin dudarlo un instante, entre los que prefieren que el fascismo no vuelva (espero que seamos mayoría). Y eso era el franquismo: un fascismo, como todos los demás (el de Mussolini, el de Hitler, el de Franco, el de Ante Pavelić…) bastante siniestro.

Todos ellos eran expertos en represión, campos de concentración y matanzas. No eran ídolos "pop", eran matarifes.

Fascismo casa con manipulación, pero no con memoria. Goebbels fue un maestro de la manipulación informativa, seguro que había leído a Maquiavelo. Se nota. Por tanto los bulos, que hoy son patrimonio espiritual de la ultraderecha, tienen una raíz rancia y antigua.

Atento a las posibilidades técnicas de su tiempo, Goebbels hizo de la radio un instrumento eficaz para la manipulación y el engaño. Hoy se utilizan con el mismo fin las redes (al parecer con bastante éxito), aunque también medios más clásicos. El engaño es consustancial al fascismo, y por tanto lo fue también al franquismo, uno de cuyos métodos preferidos para ocultar la verdad fue la censura.

Queipo de Llano, militar golpista, le copió el método a Goebbels -lo de la radio-, pero era tan bruto que lo que hoy escuchamos de sus peroratas radiofónicas, aún nos espanta.

Trump, vástago del mismo tronco, e igual de bruto, si está frente a una periodista que le crítica, o simplemente le pregunta, y la pregunta le incomoda, la llama "cerdita".

Miguel Ángel Rodríguez, experto madrileño en similares artes, condimentador de bulos y jefe de ceremonias en el gabinete de Díaz Ayuso (tal para cual), hace lo que puede por seguir al pie de la letra esa misma escuela. Sin embargo, lo cutre de sus técnicas intoxicadoras a través de bulos infames, salta demasiado a la vista. A la vista de todos menos a la vista de los jueces.

A través de los bulos, Miguel Ángel Rodríguez desarrolla -según él mismo describe- una especie de periodismo creativo, una vía paralela de la verdad, y lo justifica por sus muchos años de experiencia en tales tareas. Se remite a su pelo blanco para justificar sus embustes.

Ese modus operandi también debería espantarnos. Pero a algunos jueces ni les inmuta.

El caso es que el binomio de quien engaña y de quien es engañado, no puede faltar si a lo que se aspira es al fascismo.

Sin duda el que engaña desprecia al que es engañado, pero ese desprecio es también consustancial a ese movimiento ideológico.