El malestar en la cultura
La palabra "cultura" frecuentemente adquiere un significado bastante más amplio que el original y se hace equivalente al de todo un ambiente, toda una atmósfera espiritual, o toda una región en el espacio o el tiempo (una época) cuyos límites y fronteras acotan un capítulo significativo de la Historia. Sin duda algo más grande que aquel "cultivo" primigenio y doméstico de una porción pequeña de terreno, del terruño.
Por tanto si utilizamos la expresión "malestar en la cultura”, que ya utilizó Freud, nos estamos refiriendo como él a un malestar muy extendido, aunque lo hacemos en un sentido diferente y casi contrario a como lo hizo él. Aquí y ahora lo que tenemos como atmósfera política es una liberación "desacomplejada" de los impulsos, libres de todo freno civilizatorio. No se trata por tanto de amor o de "eros", sino de violencia, opresión, y muerte en su más puro sentido selvático. O sea, el triunfo de "tánatos" frente a "eros".
El austericidio, consecuencia de la estafa financiera (neoliberal) de 2008, es un hito que describe una época, y tuvo el efecto de acentuar los contrastes. Unos contrastes sobremanera hirientes.
El hecho de que se rescatara a los autores de esa estafa y se pisoteara a sus víctimas, ya dejó claro el terreno de juego en el que nos estábamos adentrando. Ese hito demostró que la postmodernidad neoliberal había triunfado, y tenía en nómina (como los grandes padrinos de la mafia) no solo a los lobbies feroces sino a muchos de nuestros representantes políticos más moldeables, muchos de ellos usuarios desacomplejados de las puertas giratorias.
Este tráfico de las puertas giratorias se constituyó frecuentemente en el principal mérito tecnocrático para ingresar en unos consejos de administración que -a diferencia de Roma- sí pagaba a traidores. Y muy bien por cierto.
En resumen, mientras Montoro y colegas de diverso pelaje y marca política, nos recortaban derechos y saqueaban los servicios públicos, ellos amnistiaban a delincuentes fiscales y se daban a la vida regalada mediante la compraventa de leyes (presuntamente) y el uso desacomplejado de las puertas giratorias, obteniendo de ese negocio y ese tráfico jugosos beneficios personales y/o partidistas.
Puesto que -según el catecismo neoliberal- el Estado de todos los ciudadanos es el problema, trafiquemos con él y obtengamos de su saqueo y liquidación una fácil y dilatada fortuna personal y privada.
Que el austericidio haya contribuido a disparar la desigualdad y el ascenso del neofascismo, a los usuarios de las puertas giratorias y la compraventa de leyes, les importa más bien poco. Ese "malestar en la cultura" ocurre en un mundo que ellos no habitan.
Hay contrastes que no contribuyen a la biodiversidad precisamente, sino a la nausea.
Por ejemplo, el contraste de las muertes por hambre (además de por disparos y bombas) en Gaza, que ocurre hoy en tiempo real y delante de nuestras narices, frente al hartazgo por exceso de comida en otros ámbitos más cercanos -hartazgo que requiere reparación farmacológica-, tiene un claro efecto vomitivo.
Y contraste vomitivo resulta este genocidio en Gaza, puesto en paralelo con la indiferencia satisfecha de muchos líderes europeos, o con la candidatura de Donald Trump (ese gánster) para Nobel de la Paz. Si ese premio Nobel de la Paz se entrega a semejante sujeto, habrá que recoger mucho vómito.
Crece el malestar, sí, pero lamentablemente también la indiferencia.
La irritación permanente que la injusticia y la obscenidad política de nuestro tiempo produce en nuestro ánimo, puede conducir al entumecimiento moral. Y ese entumecimiento es muy favorable a la indiferencia que necesitan algunos de nuestros "líderes" para seguir medrando.
Un titular al azar: "La ONU contabiliza más de mil asesinatos de gazatíes que intentaban conseguir comida".
Cosas como estas, tan difíciles de digerir en otro tiempo, ya no llaman la atención y forman parte de nuestra normalidad psicópata. La nueva, deshumanizadora, y peligrosa normalidad.
A su vez, esos asesinatos de palestinos hambrientos cuando acuden a recoger comida, deriva de una privatización de la "ayuda humanitaria" (así llamada), que se ha puesto en manos precisamente de sus verdugos. De la misma forma que la elaboración de nuestras leyes se pone en manos de aquellos que las privatizan y venden.
Así que el concepto y práctica de la "privatización" (que tiene muy poco que ver con la privacidad) es una clave fundamental de nuestro tiempo y de nuestro malestar.
Algo nos dice que los lobbies (esos lobos que se mueven entre despachos) solo se acercan a corderos poco inocentes.
Por otra parte, parecen preferir ese atajo (untar al político o gobernante de turno) antes que el más farragoso método de presentarse a las elecciones y describir sus deseos y objetivos en un programa político que supere el escrutinio colectivo de las urnas.
Los efectos de la privatización de las empresas energéticas (monopolio, encarecimiento de las facturas, mal servicio hasta llegar al apagón), junto a su amplia iniciativa en la corrupción de nuestros representantes políticos, lacra de nuestra democracia, hace ya tiempo que debería habernos decidido a su nacionalización, como ocurre en otros países civilizados. Y es en efecto algo que podemos decidir y conseguir nosotros, los ciudadanos, mediante el uso del voto. Sólo es cuestión de reflexionar y no entumecerse sobre esta y otras cuestiones. Mantener fresca la capacidad crítica y la creencia democrática en el poder de los votos frente al poder de los lobbies. Creerse que la democracia puede vencer a la plutocracia, y el Estado de todos a las mafias privatizadoras.
A ese malestar que decimos pueden conducir no solo los contrastes hirientes sino también aquellas similitudes que representan un empecinamiento irresponsable y letal.
Por ejemplo, hallamos en el maremágnum de sucesos recientes que tanto Trump como Bolsonaro coincidieron casualmente en la idea de impulsar un golpe de Estado. Algo fatal y común debe haber en sus principios averiados, que los arrastra a comportarse como delincuentes.
Comprobamos también que tanto Mazón como Trump actuaron de forma igualmente irresponsable antes de obtener un resultado similar en forma de desastre climático con una cifra abultada de muertos.
Tanto Trump como Mazón, que se burlan de la realidad y los efectos del cambio climático, recortaron servicios de emergencia y de alerta temprana (Mazón al mismo tiempo que aumentaba el presupuesto para toros) un poco antes de sufrir sendos eventos climáticos que produjeron una cifra inusitada de muertos, aquel en Texas y este en Valencia.
En cuanto a los sucesos de Texas podemos leer: "... dijo el funcionario municipal de Kerrville, Dalton Rice, añadiendo que en algunas zonas el agua alcanzó "el nivel de una inundación de cien años".
"La Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA), que alberga el NWS, es una de las agencias que ha sufrido despidos masivos bajo la administración Trump, lo que hace temer un deterioro de la calidad de las previsiones. Desde su toma de posesión, el presidente estadounidense, que exhibe con orgullo su escepticismo climático, había anunciado su intención de deshacerse de esta agencia de acuerdo con el Proyecto 2025, la hoja de ruta ultraconservadora que guía sus acciones”.
Negar la realidad del cambio climático es como quitar deliberadamente la red cuando se sabe que alguien va a caer al vacío.