La trama civil

Llega un momento en que hasta las tinieblas se agotan y tienen que dar paso a la luz. Parece esta no solo una ley física y energética sino histórica. Y es que las tinieblas, como cualquier otro ente natural, histórico, o político, también están sometidas a la Ley de la entropía, a la ley del desgaste, y una vez que agotan su combustible de sombra y ya todo es basura, fenecen irremediablemente. Su colapso deja paso a un primer rayo de luz que luego se expande rápidamente y en todas las direcciones.

De forma similar le pasó al franquismo, por mucho que el agotamiento irreparable de sus tinieblas, consumidas hasta el tuétano, convertido todo el combustible de sombra en ceniza polvorienta, con algún petardazo final, coincidiera más o menos con el agotamiento físico, cronológico, y biológico del dictador, pero también con todo un contexto histórico que repelía desde todos los ángulos posibles esa anomalía.

Me parece más correcta esta aproximación a aquellos estertores finales de la dictadura, que murió matando, que no la que hace intervenir como deus ex machina a héroes de novela, o de película, o a príncipes de cuentos de ranas. Por más también que algunos de esos héroes tengan un mejor perfil cinematográfico que otros, más aprovechable para montar una historia de resonancias épicas, o desempeñaran realmente un papel más favorable al curso inevitable de los acontecimientos.

Adivinaron rápido, porque no eran tontos, en qué sentido había que remar (aún contrariando al gremio oficial de los barqueros) para no hacerlo a contracorriente de la Historia.

En estos días, y en el ambiente medio festivo y medio inquietante, de aniversario de aquel final literalmente clínico, en que nos embuten a machamartillo con propaganda monárquica desde tantos frentes, y nos pasan en sesión continua la película de nuestra salvación a manos del rey demérito (el "heredero" de Franco) y su fiel escudero, Adolfo Suárez, se agradece escuchar otras voces un tanto disonantes con el protocolo oficial y que aconsejan mirar hacia otros protagonistas de aquella historia, que es la nuestra. O sea, la trama civil y la realidad social que hizo inevitable el fin de la dictadura y el cambio subsiguiente.

Y así Francisca Sauquillo, en unas declaraciones recientes, necesarias y oportunas, nos invita a contemplar ese otro plano más amplio de la realidad, que incluye a unos protagonistas no tan conocidos ni tan cinematográficos, pero más determinantes para la transformación de una dictadura fascista en un principio de democracia. Gente de a pie, que no están en deuda con nadie sino consigo mismos, y defensa constante y sólida ante cualquier amenaza antidemocrática.

Y así nombra a "gente de barrio, asociaciones varias, gente rural, trabajadores, estudiantes, profesionales, a la mujer", a los que yo añado como ejemplo y parte de esa trama civil y colectiva contra la dictadura, a abogados laboralistas (como los asesinados en el despacho de Atocha), a sacerdotes contrarios al régimen fascista, por coherencia cristiana, o a militares demócratas, etcétera, etcétera.

Conviene tener muy en cuenta por tanto a los numerosos protagonistas de aquel cambio, sobre todo cuando nos pidan corresponder a supuestas deudas contraídas, con extrañas y muy antidemocráticas concesiones, impunidades monárquicas incluidas.

Y es que el silencio, la ocultación, y la colaboración con una monarquía corrupta, bien merecen un toisón de oro, pero los premios y condecoraciones que a la mayoría silenciosa nos encandilan, son de otro orden: una democracia de verdad, una justicia sin distingos, unos servicios públicos eficaces, y un bienestar material sin enormes y profundas brechas. O sea, un Estado democrático, social, y de derecho, como reza cierta Constitución que muchas décadas después está a la espera de ser desarrollada.